9 de abril de 2015

PELIGRA NUESTRA SALUD MENTAL



Creo que fue a finales del pasado siglo XX cuando comenzó el fenómeno llamado “culto al cuerpo”, constituido por una invasión de consejos y normas relacionados con la salud y la estética, que se conjuntaban entre sí para que consiguiésemos estar  más sanos y bellos que nunca. No habrá ni uno entre mis lectores que no haya oído hablar de dietas milagrosas, píldoras novísimas, ejercicios que te conducen por la senda de Matusalén, cremas a veces asquerosas (de veneno de serpiente o  baba del caracol) y consejos, millones de consejos en revistas  para estar en forma todos los momentos del día .
No crean que estoy en contra del cuidado corporal aunque en ocasiones me tome en broma a algunos de sus “gurús” por las tonterías repetidas que proponen. Soy de las que piensan que las exageraciones no son buenas para nada (ni siquiera en el amor y menos en el sexo, a pesar del éxito de “Cincuenta sombras de Grey”), y que en el término medio suele ir mejor casi todo. Pero no está de más que tomemos conciencia de que durante mucho tiempo tal vez hayamos comido mal, no hicimos el ejercicio que nuestros huesos y músculos necesitaban y, por descontado, a todos nos apetece un rostro y formas elegantes.
 Lo que parece que hemos olvidado es que en ese mismo cuerpo que desearíamos sano y  estilizado existe un órgano primordial llamado cerebro, mandatario general del resto y necesitado también de atención. Afirman los neuro-científicos que el cerebro posee dos grandes sectores, el cognitivo y el emocional, y que solo el equilibrio de ambos puede producir eso tan apetecible que algunos llaman, exageradamente felicidad, y otros, entre los que me encuentro, armonía.
Lo que apedillamos “mente” es un fenómeno incluido en el cerebro que nos hace superior al resto del mundo animal, y a través del cual hablamos, reímos, lloramos y tenemos el placer infinito del conocimiento.
Tantas digresiones para constatar que en nuestro país - la “querida España” que cantaba
Cecilia-  estamos a punto de tener problemas graves de salud mental. Me explicaré mejor: Somos adictos en mayor o menor escala a la televisión. La cajita negra que colorea al darle al botoncito es el más fiel compañero de las horas de reposo. Por desgracia no encuentran muchos idéntico placer al pasar hojas de un libro, por suerte canallesca o educación inútil, pero sea como sea, la tele suele arrasar en los hogares españoles. Y ocurre, que sin paliativos, la televisión aquí, es un canto a la vulgaridad entre anuncios. Tal como lo escribo. Las cadenas televisivas sirven a diario tertulias pandilleras, series malísimas y “reality shows” con reflujo gastroesofágico incluido. Como el personal aceptamos la telebasura sin disimulo, las audiencias se benefician y los de detrás del aparatito mantienen su apuesta de saldo.
Me preocupa que las nuevas generaciones consuman de forma mayoritaria los formatos actuales de televisión que les obligan a aceptar que lo vulgar debe formar parte siempre de sus vidas. Y dentro de ello, el morbo, lo sensacionalista y el escándalo, dando especial relieve a la intromisión en la intimidad de las personas y lo que es peor aún, a la exposición pública de la misma, sin pudor ni respeto alguno.
La libertad de expresión les permitirá la realización de programas como Gran Hermano, pero no impide la calificación de bazofia vomitiva. Cuerpo, rostro y ademanes de su última ganadora, famosa nacionalmente por su particular estilo en vestir, hablar y relacionarse con sus compañeros de elegancia similar, no me digan que tiene un solo átomo de algo que produzca en nuestro cerebro una sensación placentera. Y si hay a quienes se lo produce debe inspeccionar su mente por un galeno no sea que esté a punto de convertirse en un pequeño estercolero.
Nuestra sociedad será cada vez más débil y vulgar si alimenta a los suyos con esta telebasura, cuando podría ser un medio para alcanzar la simbiosis entre los dos sectores nombrados antes, el cognitivo y el emocional.
No tengo reparo en afirmar rotundamente que nuestra salud mental empeora bastante cada vez que la mal llamada “princesa del pueblo” asoma morros y exabruptos en determinado canal o canales de televisión. Y junto con ella, periodistas y tertulianos que parecen sentirse ufanos y felices por ese abominable camino.
           
Ana  María  Mata
Historiadora y novelista






1 comentario:

Javier Lima dijo...

No puedo estar más de acuerdo Ana María. La tele y ese tipo de tele no alimenta nada bueno sino que mata nuestra creatividad y tiempo de hacer cosas más útiles y productivas. De todos modos pienso que también es un síntoma sociológico de nuestra sociedad actual y que hacemos muy mal en alimentar. He de decir que hace unas semanas me he reconciliado con la televisión, es verdad que es la 1 de TVE, que es algo más benigna que otras. Puse por casualidad la caja tonta y empezaba una serie nueva "El Ministerio del Tiempo", la recomiendo encarecidamente. Una serie de ficción española con un guión estupendo que combina la ficción con la historia.