17 de junio de 2015

RAICES PROFUNDAS



Una sensación inesperada, un detalle pequeño en estos días festivos, como fue la salida del patrón San Bernabé en andas por los Romeros mientras la banda municipal tocaba el Himno Nacional, las campanas sonaban profusamente y los cohetes extendían su grito alegre en el cielo de Marbella, me produjo un pellizco emocional que llegó a humedecer estos ojos ya viejos con una mezcla de nostalgia y querencias. Ví de golpe como en una luz a la niña que perdí con los años mirando el Pendón-Estandarte bajo el balcón del Ayuntamiento mostrado por  un alcalde cuyo nombre no recuerdo, ni importa, y un montón de cohetes subidos al cielo acompañados por la música inalterable del Himno. La ví con el corazón acelerado correr tras los Gigantes y Cabezudos a pesar de las ampollas de sus zapatos nuevos y el calor que el vichy del “traje de la víspera” se advertía entre los elásticos de sus mangas de globo…
Vi eso y mucho más, lo suficiente para estar aquí hoy escribiendo sobre algo que sobrepasa el jaleo de la Feria, el polvo, el gentío y el ruido de las tómbolas. Supe que hay algo más profundo escondido en esa y otras tradiciones que reposan en lo hondo de nuestra psique. Se llama Raíces, y su valor es el mismo de nuestra vida, porque estemos donde estemos solo desaparecerán de ella cuando llegue su fin.
 Necesitamos las raíces como la planta, como el hogar sus cimientos, como el río su cauce. Somos el conjunto de costumbres y rituales que han ido entrando en nuestro ser junto a la leche materna y por mucho que después almacenemos quizás detritus, ellas pervivirán ahí, salvándonos a veces de desorientaciones imprevistas.
Marbella no es solo su impresionante fachada ni el telón turístico que mostramos al mundo. Esa es, por ahora, la estampa de su presente, el penúltimo estrato que estamos instalando sobre los muchos y variados que atesora en su interior y conforma una ciudad. Pero no seríamos nada o muy poco si no tuviésemos la dignidad que concede la historia y el paso del tiempo bajo el nombre de tradiciones y costumbres.
Es importante conservar y mostrar a nuestros hijos y nietos las diferentes formas de vida que existían antes de que ellos viesen la luz en esta ciudad bellísima. Cómo se configuraba la estructura familiar, cómo eran la comida, el trabajo, el hábitat y los rituales que conducían al ocio. Para que abran –quizás– los ojos en gesto de sorpresa ante las dificultades que más o menos valerosamente soportaron quienes nos precedieron en este terruño que el Mediterráneo acaricia. Un terruño con paisaje, inusitado hoy, de huertas cuyo verdor se perdía en la longitud de una mirada. De pequeñas barcazas donde hombres tostados desafiaban olas y anochecían remendando las redes. De pequeños comerciantes que todavía recordaban el trueque.
Es necesario que además de saber de la estancia singular de romanos, tal vez fenicios, y árabes, lejanos en el tiempo pero presentes en restos arqueológicos, conozcan con mayor certeza la vida cotidiana y real de sus antepasados más cercanos, esos que no alcanzaron a contemplar como su pequeño pueblo se transformaba, por la magia de un dios pagano que llamaban Turismo, en ciudad cuyo nombre traspasaba fronteras.
Ese legado es el motivo por el que la Asociación Marbella Activa ha decidido crear un Museo Etnográfico en el que mostrar no solo los enseres que hayan podido ser rescatados sino las leyendas, costumbres familiares y experiencias vitales de quienes, por edad, tienen tanto que reseñar.
Me uno a esa  interesante idea y estimulo a quienes deseen participar. Lo he hecho durante años, pero no me importa volver a emocionarme con las Pastorales de Navidad, los rosquetes del mastrén, las Estaciones del Jueves Santo, las barquitas de Rafael, la Verbena del verano en el Casino, las carreras y cintas bordadas de bicicleta, Doña Carola, Doña Paquita y su Laudate,  Berenjena y Juanito, La Pitera o Juanita pipí…
Todo un mosaico de entrañables personas y costumbres. De la sopa de tomates con sardinitas a la gaseosa de don Miguel Calzado.
Cuando éramos como una familia grande. Cuando el dinero se guardaba bajo el colchón de poquitas familias, pero no era el amo de nuestros corazones.
Los cimientos cercanos de nuestra ciudad.  Marbella y su gente del ayer. Tal como éramos.

Ana  María  Mata        
Historiadora y novelista

1 comentario:

Javier Lima dijo...

Muchas gracias por este maravillo artículo que nos azuza a no perder nuestras raíces y poderlas trasmitir a las siguientes generaciones. Una labor la que llevas haciendo Ana María que es de un valor incalculable y por lo que los marbellies debemos estarte eternamente agradecidos. Suerte además de contar contigo en el proyecto etnográfico que se está llevando desde Marbella Activa para rescatar los recuerdos de nuestros mayores y que formen parte de un futuro museo etnográfico sobre la ciudad.