Mi padre, que era hombre de mucho genio pero
de gran inteligencia, me dijo un día –creo recordar que a mitad de mi
adolescencia– algo que a pesar del paso del tiempo no he podido olvidar: “
Mientras no tengas claras cuales son tus prioridades en la vida no serás una
persona madura”. Tenía razón, como casi siempre que reflexionaba, y en el
difícil asunto de la educación de unos hijos, he intentado, no sé si con
acierto, que aplicasen la máxima del abuelo.
Prioridades. La vida está repleta de momentos
en los que debemos elegir entre varios y tomar un camino u otro. Es cierto que
no todo ha de ser blanco o negro, pero en ese sutilísimo gris igualmente
aparecen vericuetos y ramificaciones que exigen la necesidad de primar unos
antes que otros. En definitiva, hay cosas que son esenciales y otras que
siempre serán secundarias. Vivir es adaptarse a ello.
Nuestro país anda, desde las últimas
elecciones municipales embebido en un afán, mezcla de novedades y borrador. La
izquierda subdividida en grupos no excesivamente homogéneos, parece tener claro
hasta el momento que lo más importante, o al menos lo prioritario es aquello que no necesita más que una ligera
orden, un breve anuncio o lo que sin, duda llamarán, una declaración de
intenciones. Borrar. Se trata de hacer notar que son ellos los que gobiernan y
no los de antes. Ideología al canto. El recurso a demonizar lo que huela a
contrarios siempre ha tenido afines. La obsesión por hacer tabla rasa de cuanto
ellos no hicieron, también. Por eso en España avanzamos a veces a trompicones y
con dificultad. Porque a la hora de actuar se piensa más en fastidiar a la
oposición, que en los beneficios posibles a los ciudadanos. No me extrañaría
que algo de ello hubiese en la construcción del aeropuerto de Ciudad Real, por
poner un ejemplo de lo inútil.
Los primeros decretos municipales han ido
derecho a la simbología. Me viene a la memoria el cambio de nombres de las
calles y plazas, la retirada de bustos, retratos y todo lo que recuerde que
nuestra historia se formó así y no de otra manera. Perdonen la franqueza, pero tengo la
sensación de que a este populismo que nos ha llegado le importan más los fantasmas
del pasado que la gangrena actual. Si no, explíquenme como justifica, por
ejemplo, Jerez de la Frontera,
que tiene un ex alcalde en prisión y una corregidora procesada, además de una
tasa de paro de las más altas, el acto inicial de retirar el busto de Pemán del
teatro Villamarta y calificar al escritor de “fascista y asesino”.
Sin entrar en polémica respecto al escritor
jerezano, no puedo entender que la alcaldesa no tenga encima de la mesa de su
despacho otras prioridades dignas de más atención.
Ya que somos tan europeos, deberían saber que
nadie se mete en Francia a estas alturas con el colaboracionismo del escritor
Céline o Paul Morand, que en Alemania fracasó la campaña sobre el pasado
filonazi de Gunter Grass y en Estados Unidos la organizada contra Ezra
Pound. No es que estuvieran de acuerdo
con ellos, simplemente que nadie puede cambiar el ayer pero sí el presente, y
mientras antes solucionemos el nuestro, mejor demostrarán sus intenciones
sociales.
En nuestra ciudad concretamente, me parece una
simplicidad absoluta ( la llamaré con su verdadero nombre: tontería) querer
cambiar la avenida Miguel Cano, y otras si las hay, o arrojar bustos y retratos al basurero no más llegar. No es que me indigne, quede
claro. No acostumbro a idealizar a guerreros, caudillos o reyes. Si por mí
fuera, las calles se llamarían neutralmente Mediterráneo, Cantábrico, Tajo,
Guadiana o Miño, y así todos contentos. Pero puestos a trabajar en serio,
vayamos a lo esencial, que no es moco de pavo. Apremien para que la Junta se pronuncie acerca de
la ampliación del Hospital Costa del Sol, que construya colegios donde hay
barracones, que la ciudad no pierda el tren cultural iniciado, que las calles
estén como patenas porque el turismo lo exige y de él vivimos, que no vuelvan
corruptos al lugar donde ejercieron como tal y si les queda tiempo e
imaginación que oferten ideas nuevas para la estacionalidad.
Lo demás, si les apetece, pueden hacerlo
luego, cuando las prioridades, como diría mi padre se hayan puesto, al menos,
en marcha. ¡Ah! Otro refrán que solía repetir es el de que no debe tomarse el
rábano por las hojas… Era un sabio, creo
que lo dije.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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