Despertamos, como siempre, a golpe de
urgencias. Hace falta mucho horror para soliviantar las conciencias de los
europeos acostumbrados a imágenes desgarradoras que miramos con similar
costumbre con la que se mira algo desagradable pero transformado en habitual.
Hasta David Cameron ha reconocido ante las fotos del cadáver del niño Aylan
Kurdi, aparecido en la costa turca de Bodrum, que como padre se ha sentido
impresionado y eso le ha hecho variar su política inflexible. Aprovechemos,
pues, la alta cotización del niño muerto en la bolsa de gestos solidarios.
Corramos a salvar alguna vida antes de que se agote la mecha y nos quedemos sin
niños muertos con que abrir en portadas.
Lo dijo el filósofo Hobbes y debía conocer
bien la naturaleza humana: “El hombre es un lobo para el hombre”. Que se lo
digan si no a los miles de refugiados llegados a países del este, a lugares que
mantienen que el maltrato es la única
opción real. Países que consideran, por lo que se ve, que la solidaridad se
terminó con ellos mismos y ahora toca mano dura para quienes llegan 15 minutos
después de que se acabara la bondad.
Para nuestro asombro ha tenido que ser la
señora Merkel, la tan denostada “frau” alemana la que eche un pulso al resto de
países europeos y exponga sobre la mesa toda la dimensión del problema
migratorio. Merkel junto a Hollande han tomado la iniciativa y presentarán en
muy breve tiempo una propuesta conjunta para realizar una política comunitaria
de asilo.
En España, como siempre andábamos
contemplando nuestro propio ombligo creyendo que el iluminado señor Mas y el
presidente Rajoy son los reyes del mambo y el problema catalán el más importante
del planeta. Lo que pasa fuera de aquí solemos verlo como noticias lejanas que
por su desagradable visión no debían poner a la hora de la cena. Como la del
cadáver del niño Aylan Kurdi.
Estoy segura de que la crisis migratoria es
el mayor reto al que se enfrenta Alemania desde la unificación. También de que
el problema de éxodo es el más grande desde la última guerra mundial. Las
imágenes de hombres y mujeres aplastados ante un vagón de tren que les
conduzca a un lugar donde los acepten, o
la de masas enteras de personas huyendo entre alambradas hacia caminos
fronterizos son idénticas a las que nos habíamos acostumbrado a ver
tranquilamente sentados en un cine cuando ya los horrores del nazismo nos
parecían un pasado imposible de repetir.
Analistas sensatos de la historia recuerdan
hoy que todos hemos sido alguna vez refugiados. Que existen pocos pueblos que
no tengan en su haber huidas masivas de sus habitantes por causas diversas. Judios
polacos y alemanes, franceses que escapaban de la ocupación nazi, españoles
después de la guerra civil, chilenos adversos a Pinochet, argentinos opuestos a
la dictadura militar… la humanidad no ha sabido encajar las diferencias
políticas o religiosas y ahora son los pueblos árabes mayoritariamente los que
crean entre ellos odios y crímenes que parecen preparados para exterminarse
mutuamente.
Las cuestiones de estado son muy difíciles de
comprender para el hombre corriente que ve como de golpe el presidente sirio se
encuentra en un estadio intermedio entre el desprecio anterior a su mandato
dictatorial e inhumano por parte de la comunidad internacional y la
posible necesidad de su ayuda ahora para
acabar con el estado islámico, principal enemigo general.
Intervenir en lugares africanos en los que
dictadores grotescos y viles atemorizan a sus súbditos sería problema de política internacional grave que
ninguna nación está dispuesta a asumir. La complejidad del asunto es tan grande
como las consecuencias para esas masas humanas que aterrizan en Europa con ojos
desorbitados por el miedo y un ápice de esperanza en aquellos que consiguen una
playa cualquiera donde, si tienen más suerte que el niño Aylan, caerán extenuados.
Ana María
Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Buenos dias.
buen analisis,
El tiempo trascurre y cambia visiones.
Es lamentable lo que pasa en mi pais.
El culpable es siempre el ser humano.
Gracias por tu interes
Un saludo
Nami
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