Recordarán
la década de los ochenta en la que el llamado “viejo profesor”, Enrique Tierno
Galván, potenció el vocablo “movida” y lo hizo suyo en Madrid hasta extremos que
quizás chocaran un poco con la personalidad e imagen que de Tierno teníamos
hasta ese momento. En especial cuando desde el balcón municipal lanzó la
célebre frase “Colocaos todos los que no lo estéis…¡y al loro! “, frase que le
acompañó hasta la tumba no sé si como epílogo triunfal o como rémora.
Podía
parecer que muchos de aquellos jóvenes a los que el alcalde aconsejó
“colocarse” sienten aún la nostalgia de ese
tiempo agitado, perturbador y un tanto arbitrario que llamaron movida.
Como algunos, imagino que formarán parte de los actuales partidos de nueva
creación, incluso puede que parte destacada, no hay duda que intentan repetir o
copiar algunas de las formas o características cuyos vapores aún tienen
interiorizados.
Digo
esto empujada por las noticias en todos los medios de cómo está comenzando esta
desgraciada repetición de las elecciones, únicas hasta ahora en la historia del país, y tan reñidas o más
que las que no han servido para nada.
Al
parecer, para los partidos en cuestión, España solo tiene al día de hoy un
problema importante: los pactos que deberán hacer una vez pase el 26 de junio
próximo. Y a continuación la difícil repartición de escaños, sillones o varas
de mando, (para el caso es igual), si se
consigue formar gobierno. No hay un solo partido que se interese, hable o
propugne alguna cosa sobre los muchos, muchísimos problemas reales de los
ciudadanos. Ninguno hasta el momento ha señalado ni por asomo alguna iniciativa
para solucionar las cosas que de verdad nos importan y necesitamos la gente de
la calle. Una gente que son los que, sin
ganas y a la fuerza, vamos a ir a votar, más que nada, por cumplir con un
deber que consideramos imprescindible.
Y
habremos de hacerlo, ya verán, sin conocer nada más que las líneas muy
generales de estos partidos que hoy derriten sus sesos no en preparar
soluciones a nuestros problemas sino en pensar cual será el contrario que más
votos le proporcione en un supuesto pacto para llegar al poder.
Serían
capaces de aliarse con el diablo si se presentase, afirmando que también
Lucifer es válido para una España progresista y diferente. Lo de diferente lo
repiten como un eco que suena al final de cada una de sus actuaciones.
Siguen
pensando que los españoles tenemos un grado de imbecilidad a tono con su afán
de mando. Que no nos hemos dado cuanta todavía (¿?) de sus verdaderas
intenciones y pueden seguir engañándonos con diferentes artimañas. Las sonrisas
estereotipadas, por ejemplo, mostrando dentaduras completas cada vez que
consiguen un aliado, caso de los líderes de IU y de PODEMOS. Abrazos que casi
rompen espaldas, mostrando su mutuo cariño y lo bien que lo van a pasar si
alcanzan lo que hasta ahora les ha sido negado.
Me
gustaría saber cual sería en realidad esa nación tan diferente en que nos
convertirían si obtuviesen el deseado poder, si en una repetición de Grecia,
una Cuba trasnochada o una Venezuela tan “beneficiosa” para sus ciudadanos. ¿O
acaso tienen bajo la manga un as sacado de algún principio de Lenin que nos
conduzca al camino de la felicidad?...
Quisiéramos
que, aún a riesgo de nuevos engaños, mostrasen algo de lo que piensan realizar
y esté todavía virgen de acción por parte de los anteriores gobiernos. Algo
útil, básico, y que nos aproveche a la mayoría.
Tal
vez en su euforia de pactos olviden que Europa no está por aguantar demasiadas
cabriolas extrañas en sus países socios, y sí por que cumplamos los plazos
referidos al déficit. Que las aventuras seudo-románticas, si es que lo son,
consecuencias muchas de antiguos efluvios y elixires de la “movida” de Tierno,
casan mal con la realidad prosaica del día a día de cada cual, y que un país es
mucho más que un conjunto de frases oportunistas o gestos estudiados que puedan
generar votos de ignorantes.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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