La cosa está que arde. Y no solo en el sentido
estricto del término, las llamas que enmudecen nuestros montes robándonos parte
del oxígeno tan necesario y tan escaso. Árboles que sufren también el
terrorismo de mentes desquiciadas y obtusas, del descuido, a veces, cuando
creemos que hacia la naturaleza solo tenemos derechos y no obligación de mantenerla.
Arde la política nacional y a punto está de
arrasar con su fuego a sus protagonistas, hombres que parecen jugar al ajedrez
con el país, intentando –o eso quisieran– matar a la reina o en caso contrario
guardar peones para una nueva partida. Ineficaces servidores del pueblo pero
celosos guardianes de sus intereses, olvidando que el excesivo ardor puede
acabar en cenizas inútiles.
Arde el mundo en una espiral de violencia tan
ilógica como peligrosa cuyo calor puede prender en cualquier lugar y a la que
no sabemos como enfrentarnos por su propia irracionalidad. Niza, Munich,
Normandía son nombres elegidos aleatoriamente y no excluyen hogueras
posteriores donde encender sus locuras, si no religiosas, si fanáticas.
Y con fuego distinto, por fortuna, arde nuestra
ciudad a comienzos de un Agosto que se presume excepcional dependiendo de quien
sea que lo observe y analice.
Excepcional les parecerá, y así espero que lo
sea, para los comerciantes y todo aquél cuya subsistencia o ganancias dependa
del número de personas que han decidido pasar aquí sus vacaciones. Excepcional
pero en sentido opuesto ha de parecerles a policías, médicos y demás servidores
públicos a quienes al calor se les une una multitud con exigencias.
También puede que lo sea para el Ayuntamiento
y su corte, que presumirá de lo bueno de su gestión, gracias a la cual la
ciudad puede seguir siendo bastión referencial del turismo costero.
“Apocalypse Now”, escribí hace años en
fechas similares, parodiando el título de Coppola. Lo mantengo, aumentado y
quizás corregido. Marbella en Agosto es un paraíso infernal. Un desmadrado
desborde de gente, ruidos, tráfico, calor y falta de infraectructura para todo
ello. Desde las playas hasta los atascos, desde las colas en bares y
chiringuitos hasta la falta de aparcamiento, me recuerda a veces al cuadro del
Bosco “El Jardin de las delicias” pero con sus figuras en movimiento rotativo
desaforado.
Intenten, para dar un ejemplo, ir a Puerto
Banús un día cualquiera a las doce del mediodía. O llegar por la general hasta
Estepona con el tiempo justo. O meterse en la autovía desde una urbanización en
Las Chapas. Busquen un aparcamiento en algunas de sus playas “presentables”,
Costabella, Los Monteros, Cabo Pino. O más importante y necesario: tengan una
urgencia que no sea de muerte y hagan acto de presencia en el Hospital
Comarcal…verán como el deseado paraíso se tornará infierno y entenderán lo de
“apocalypse”.
No quiero ser agorera en exceso, paro nunca
acepté la postura de avestruz consistente en esconder los defectos bajo el ala.
Porque amo una ciudad donde los años me hacen recapacitar de un modo más
sereno, intento con líneas, no sé si desacertadas, exponer las necesidades que
los mandatarios de uno y otro color se arrojan entre ellos para eludir
responsabilidades.
A Marbella, que tiene lo esencial para ser la
ciudad soñada, le faltan cerebros inteligentes que sepan buscar dinero, si hace
falta, hasta debajo de las piedras. Tampoco tanto, solo lo
imprescindible para que quienes vengan se marchen sin objeciones y con el
fuerte deseo de volver.
Marbella
es un capricho de los dioses en cualquier momento que no sea Julio o Agosto.
Entonces la toma de su mano Lucifer y consigue sin esfuerzo que muchos
finalicen sus vacaciones maldiciendo el momento en que decidieron escogerla
como lugar de vacaciones para la familia. Hay que evitar eso a toda costa.
Ana María
Mata
Historiadora y novelista
3 comentarios:
Un análisis certero que podria ser la crónica de cada verano. Justo pensaba en lo mismo en estos días ¡Qué todavía no sabemos lo que queremos en Marbella! Queremos la excelencia pero esto dista mucho de la misma. Falta la inteligencía del sentido común y el interes general y otra sensibilidad.
Un análisis certero que podria ser la crónica de cada verano. Justo pensaba en lo mismo en estos días ¡Qué todavía no sabemos lo que queremos en Marbella! Queremos la excelencia pero esto dista mucho de la misma. Falta la inteligencía del sentido común y el interes general y otra sensibilidad.
Mi querida amiga, aquí siguen faltando infraestructuras de todo tipo. Tenemos el mismo problema desde hace varios lustros y no hay quien se ponga a solucionarlo. Por otra parte, también se empeñan los visitantes en traer sus coches y, si ya nos cuesta aparcar a los lugareños en temporada baja, en verano, el solo hecho de pensar que tengo que mover el coche, me produce una ansiedad irreprimible solo de pensar en dónde aparco luego.
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