16 de septiembre de 2016

LA CIUDAD DE LOS ARTISTAS



Ando pensando en que los años 60 del siglo pasado (escrito así suena antediluviano: “¡siglo pasado!”) fueron quizás los puramente decisivos para nuestra ciudad en lo que a futuro turístico se refiere. Muy especialmente lo pensaba en agosto, cuando el Ayuntamiento decidió celebrar lo que llamaron, creo, "Fiesta del Sol", rememorando precisamente lo que en 1960 se llamó “Semana del Sol”. Me quedé sorprendida cuando por más que buscaba en los medios, nadie, del Consistorio o fuera de él , tuvo el detalle de recordar a quienes fueron en aquél momento los auténticos creadores de dicha “semana”, y en concreto al hombre que las pregonó con una prosa tan bella como pocas veces después hemos oído por aquí.
 Algunos pueden que se acuerden de un hombre alto de figura oronda en la más plena acepción del término, que era nuestro huésped veraniego desde años antes y del que, se decía que era “muy importante”, aunque pocos supieran el motivo, cosa que por esos tiempos era bastante  habitual. Lo conocí personalmente y fue uno de esos afortunados azares que la vida a veces regala: Edgar Neville, conde de Berlanga del Duero, diplomático, pero esencialmente escritor, autor teatral, guionista y director de cine  llegó a Marbella a comienzos de los cincuenta. Le compró a Ricardo Soriano una parcela de la finca El Rodeo, próxima al mar y allí construyó una casa que llamó “Malibú” nombre de una famosa playa californiana que le recordaba su estancia en aquellas tierras, cuando en los años treinta fue contratado como guionista por una gran productora de Hollywood y se codeó con los grandes, como Charles Chaplin, Mary Pickford o Gloria Swanson.
En España alcanzó su mayor éxito con la obra teatral “El baile”, que estrenó con su compañera y musa Conchita Montes.
Se enamoró de Marbella en esos veranos de estancia, y lo plasmó en ese pregón que inauguró la Semana del Sol, acontecimiento que fue de gran relevancia porque Edgar, Mingote, Conchita Montes y Ana de Pombo se propusieron que lo fuera. En esa semana, me contó el propio Edgar, no solo debía haber verbenas y bailes, sino además deportes y actos culturales, con el fin de que Marbella sonara fuera de sus pequeños límites como una ciudad auténticamente pluricultural.
No me resisto a plasmar aunque sean algunos renglones de ese Pregón para que quienes los desconocen o lo olvidaron sepan de su forma y fondo. Decía Neville:
“Cuando llegaba a los bosques de las Chapas, después de la larga estepa, parecía como si ya entrase en un país con el que se sueña. Ya existía ese balsámico encanto que tiene Marbella, que cura al que llega y que es algo tibio, impalpable, de un dulzor amoroso con sabor a siesta…"
“Marbella ha de ser muy rica, pero ¡por favor! poco a poco, sin saltos, sin asustar, sin reducir vuestra clientela a los muy poderosos. Pensad que hay gente que son lumbreras en el país, que son los primeros pintores del mundo, los poetas, los autores y novelistas, los comediantes, los artistas de todas las clases, que llevan emparejados, desgraciadamente, una modestia económica que les impedirá quedarse si ponéis la vida por encima de sus posibilidades…"
“Marbella tiene una misión, ser la reunión de todo lo que es arte en España”….”Queremos una ciudad riente, una obra de arte del buen vivir…"
Un mínimo esbozo entresacado de un largo y admirable pregón que por desgracia, en el sentido principal, no ha resultado profético. No me voy a detener en las causas porque mis posibles e inteligentes lectores ya las deducen.
Edgar junto al citado Mingote, El Greco, Antonio el bailarín, Jean Cocteau y Ana de Pombo, Alberto Closas y Mª de los Ángeles Morales, cantante y esposa del dueño de Hispavox entre otros, quisieron hacer en Marbella lo que ellos llamaron “La Ciudad de los Artistas”, un núcleo o zona que albergase a todos los que tenían relación con un tipo de arte, músicos, escritores, actores…etc y en el que el ambiente fuese propicio para ayudar a los jóvenes. Cocteau estaba dispuesto a donar los paneles que hizo para La Maroma, a los que bautizó como “Suite flamenca”.
Por desgracia el proyecto no llegó a realizarse, aventuro que por la inviabilidad financiera o la falta de interés especulativo  que calcularía algún gerifalte de la época.
Marbella tomó otro camino, no digo que peor, pero más pobre sin duda desde el punto de vista del espíritu. Lo cual no debería ser óbice para que llegado el caso, como el de esta feria de verano, tuviésemos un recuerdo y un gracias para aquellos grandes intelectos que un día nos eligieron para sus sueños y alabaron nuestra belleza.
Ana  María  Mata    
Historiadora y novelista

No hay comentarios: