Octubre
no solo trae la caída de las hojas con
su bello cromatismo de ocres y naranjas, o la despedida de un verano que
en ocasiones se resiste y amenaza con volver. Envueltos entre las gotas de sus
lluvias primeras aparecen igualmente en el panorama cultural un saco importante
de premios. De todas las clases y en todos los géneros. Desde aquel con el que
un profesor llamado Alfred quiso compensar su más famoso invento, o las
consecuencias derivadas del mismo, la dinamita, pasando por el muy prestigioso
en la actualidad, el llamado ahora Princesa de Asturias, para acabar con uno,
solo literario, y si me lo permiten, menos prestigioso, pero no por ello
desdeñable para un escritor: el Planeta, de cuantía económica alta y con el que
la familia Lara, además de promocionarse, pretende incentivar, o eso dice, la
lectura y el libro en general.
Empiezo
por el que más ha dado y sigue dando que hablar, además de ser el más
destacado. Este año, como saben, el Nobel de Literatura ha sido concedido al cantante Bob Dylan. La Academia Sueca afirma que la
calidad de las letras de sus canciones son merecedoras de situarse al mismo
nivel de todos los libros escritos por Vargas Llosa o Philips Rhott, en el caso
de que al último se le hubiese otorgado de una vez, como las encuestas predicen
y se equivocan cada año. Lo curioso es que al día de hoy, el señor Dylan no se
ha puesto ni al teléfono para informarse al menos de la distinción, por lo que
oficialmente, es como si no lo sabe o estuviera muerto. Perdonen mi
atrevimiento, pero el segundo hecho, el de no contestar, me parece una más de
las groserías con las que Bob Dylan acostumbra a “castigar” a sus acérrimos
seguidores, como lo es el de no decir en ningún concierto ni el más elemental
Buenas Noches.
Una
comprende que la calidad no tiene por qué ir pareja con una exquisita
educación, pero sí debería estarlo con el mínimo respeto. Y en cuanto a sus
letras, no seré yo quien diga que no me gustan, al menos las más conocidas, y
que puede ser el “trovador moderno” que algunos afirman. Pero entonces debería
existir otro galardón, no el de Literatura, que premiase a los trovadores,
cantautores y demás compañeros del antipático señor galardonado esta vez. Por
mi parte y sin que me lo pregunten, propongo a Joan Manuel Serrat.
Verán,
componer letras para ser cantadas es un bonito oficio que por descontado, unos
hacen mejor que otros, pero equiparar esas letras con el enorme aval literario
de obras como las de los antes citados…me parece, cuanto menos, un ligero
error, por muy modernos y alejados de las normas que algunos quieran estar. ¿Sería comparable El Quijote con la canción, por ejemplo “My Way”, de
Sinatra, e incluso con “Imagine” de los
Beatles?...
En
relación con los otros premios, mi modesta opinión es que el Princesa de
Asturias de las Letras está merecidamente otorgado a un gran novelista de la
vida cotidiana americana y por ende, de la de la mayoría de la gente, como es
el genial Richard Ford. Si no lo conocen, corran a buscar algo suyo. Admirable.
No
conozco la calidad literaria de la galardonada con el Planeta, de apellido
Redondo, y autora de una saga de novelas (editadas en Planeta, of course) de
enorme éxito de ventas. Intentaré leer la premiada, y en ella espero encontrar
menos efectos mágicos-oníricos que en las citadas, motivo de mi ausencia de sus
libros. Siento no ser adicta a la ciencia-ficción.
Deduzco
que la literatura da para mucho, incluso para equivocarse premiándola. Pero
mientras siga llamándose literatura, confío en que olviden a personajes como el
de Dylan, porque la Academia Sueca ,
si se olvidó de Borges, hoy de Rhott o Murakami…¿Acabará premiando en los
próximos al autor o autora de Cincuenta sombras de Grey?
Ana María Mata
Historiadora
y Novelista
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