Se habla de ella generalmente
para ensalzarla. Paradigma turístico, ensoñación vacacional y lugar deseado por
quienes, sin conocerla, sueñan con ella como objeto de deseo. Emblemática entre
sus colegas del litoral. Quizá por ello, también algo envidiada. Bello nombre.
Excelente fachada anunciadora. Enigmática y a veces altanera…; imaginan ya a
quien me refiero. Su nombre: Marbella. De profesión, su fama.
Nadie puede negarme que lo
escrito arriba corresponda con más o menos exactitud a la ciudad nombrada, al
lugar donde algunos hemos nacido y otros han decidido vivir. A un rincón del
mundo que desde sus comienzos brilló con luz distinta, con algo diferenciador y
relumbrante. Una constelación de personajes afamados, de títulos nobiliarios,
de estrellas rutilantes se dieron cita en sus primeros años –llamados de
glamour- para hacerla tan visionada como interesante.
No pudo la codicia de corruptos
ni la estupidez de gerifaltes vergonzantes apagar la luz que proyectaba, aunque
la oscurecieran momentáneamente. Tampoco la lejanía de mandatarios que
decidieron abandonarla a su suerte sin invertir en ella. Ni la globalización
social que hacía aumentar el turismo de gentío y de masas. Ha emergido una y
otra vez, emisora de sí misma, ave fenix de todas las batallas.
Hoy me toca reflexionar sobre su
destino. Acerca de una realidad que al parecer no hemos querido ver aún teniéndola
delante de los ojos. A su contrafigura. A la otra cara de una moneda que sin
duda está devaluando su momento actual. A un perfil que desearíamos no le
perteneciera, pero por desgracia es tan suyo como el que nos muestra sus
bondades. Porque ocurre que su interior alberga un fuerte olor a podrido. Tan
fuerte que los sentidos expelen su contenido como la víbora su veneno. Fétido,
vomitivo, mortal. No caben posturas de avestruz. Llamemos a las cosas por su
nombre.
Puerto Banús, pudo ser nuestra
insignia y contraseña en su momento. Le hemos dejado funcionar a su bola y se
nos ha escapado de las manos. En las suyas enarbola cuchillos ardientes.
Capitanea rincones concretos (calle del Infierno, es su nombre) donde drogas y
navajas van unidas, prostitución y sexo, alcohol y cerebros enloquecidos,
dinero y mafia en porcentajes superlativos.
Todo es posible en noches donde
la visión se borra y el estupefaciente se adueña de jóvenes sin control.
Crímenes por omisión e incluso por acción directa cuando los parámetros se
pierden. Peleas entre personas a las que si se les arrimase una cerilla serían
pasto del fuego, borrachos jóvenes y viejos sin más medida que la fuerza de sus
puños enfermos.
Una ciudad amenazada por sus
noches de terror. Por cuanto pueda suceder y sucede entre sus esquinas, detrás
de barcos con grifos de oro y desconocidos pasaportes, a la sombra de los más
caros modistos y de tiendas con Rolex de brillantes incrustados.
Calles en las que jóvenes
inseguros creen hallar lo que no son capaces de buscar por si mismos. Donde la
droga reina y se alimenta de neuronas equivocadas, de células que acabarán
multiplicando su malignidad.
Un núcleo de locura que no
queremos reconocer, pero que forma parte de lo más oscuro de nuestra ciudad,
sin que nada parezca domeñarlo, ni nadie encontrar solución.
Escribo para que se sepa y
soportemos cada cual la vergüenza de los actos que de allí procedan:
autoridades, policías, jueces, padres…todos cuantos nos hemos sentido
orgullosos de la ciudad y hemos puesto un vendaje en la mirada.
Un punto negro no debe enturbiar
toda la belleza. Pero puede oscurecerla tanto que al final sea solo cieno o
humo aquello de lo que queremos presumir.
Ana María
Mata
(Historiadora y Novelista)
1 comentario:
Quizás todo sea resultado de que han dejado que Marbella crezca sola, durante los últimos 30 años no nos hemos sentado a "pensar" nuestro pueblo, los responsables de nuestra ciudad han dejado pasar el tiempo, han improvisado día a día, y eso en el mejor de los casos, en el peor de ellos, han tratado de "rentabilizar" su poder a costa de nuestra Marbella.
Es hora de querer a Marbella, de pensarla, pensarla desde los niños, que tienen que ser la realidad del futuro y que tienen que impregnarse de una sensibilidad que garantice que Marbella crecerá bien.
Tenemos que ser capaces de encontrar el equilibrio entre el crecimiento económico, que tiene que ir aparejado al crecimiento cultural y social y hoy mas que nunca, en muy seria concordancia con el respeto al medio ambiente, puesto que el cambio climático, no es una amenaza, si no una realidad que tiene que lucharse desde las ciudades.
Y para eso hay que trazar una estrategia que nace de la educación, pasa por el desarrollo cultural y continua por una ciudad verdaderamente sostenible.
Si esa estrategia da resultado, directamente nos encontraremos con una ciudad todavía mas atractiva y mejor preparada para ofrecer prosperidad a sus habitantes y que atraerá talento y personas sensibles en vez de turismo barato, narcos enriquecidos y animales sin respeto por nada.
Es un placer encontrar lugares de reflexión como Tertulia en Marbella que acabo de descubrir
Me tenéis a vuestra disposición a mi a la la Fundación Ciudad que tengo el honor de dirigir.
Tomás Vera
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