El espectáculo comienza de
nuevo. En el teatro fijo con sede en la Plaza de los Naranjos se abre una nueva
temporada sin que la compañía anterior acabase voluntariamente sus funciones.
Actores principales y protagonistas secundarios cedieron, sin embargo sus
trastos a los nuevos con reconocida elegancia por parte de ambos.
De nuevo tenemos en escena a los
antiguos intérpretes dispuestos a escenificar cuanto haga falta en tragedia o
comedia para alimento espiritual del pueblo soberano. Se abre el telón, por
tanto, con viejos temas inacabados que en un principio podrían aburrir al
personal. Tomasi de Lampedusa decía en el “Gatopardo” que “a veces hay que
cambiar todo para que nada cambie”. Desalentadora frase que ronda por la mente
del ciudadano como una antigua espada de Damocles. Y es que cambiar collares es
tarea fácil pero no lo es tanto el verdadero cambio de quienes lo llevan en el
cuello.
Hay mucho que hacer. Siempre hay
mucho que solucionar en un Ayuntamiento como el nuestro donde tantos asuntos
parecen eternizarse y dormir el sueño de los justos. Sería de agradecer que el
principio de esta nueva-vieja hornada no supusiera dar a al traste con lo poco
o mucho realizado en los dos años de escenificación política anterior.
Agradeceríamos por ejemplo la misma trasparencia en las actuaciones y la sencillez
y campechanía de alcalde y concejales. El trabajo realizado en calles y
avenidas en relación con el saneamiento. El interés en zonas como Las Chapas y
su entorno, así como en otros lugares deprimidos de la ciudad. Loable. No tanto
como la cuestión de la limpieza o la seguridad, o el asunto de las playas, tema
sistemáticamente encajonado.
Los nuevos representantes de la
ciudadanía, la mayoría viejos conocidos, saben de sobra las necesidades
urgentes y primarias. Esperamos que en esta tercera, creo, ocasión, la aborden
de acuerdo al orden que ellos consideren, pero tomándoselas en serio y con
premura.
No puede esperar mucho, por
ejemplo, el asunto del Francisco Norte.
Da vergüenza ver lo construido, inane. y estropeándose cada día más. Imposible
entender la tardanza en poner en servicio un campo deportivo tan necesario. Como
también avergüenza el asunto del tanatorio, imprescindible, y siempre relegado.
O las bibliotecas que Marbella no se puede permitir obviar, porque nos coloca a
una altura cultural infame.
Claro está que temas como el
Hospital Costa del Sol o el Puerto de la Bajadilla son objetos de interés
general sin que sepamos del todo las causas de la dejadez en su resolución.
Igual que absurdos espectadores a los que engañan en una función tantas veces
voceada nos sentimos cada vez que sale a relucir algunos de ellos. No digamos
el asunto del tren, engaño repetitivo de cada gobierno, utopía propagandística,
demagogia fácil.
O los espigones, esos brazos al
parecer tan necesarios que son la comidilla de todo aquel que llega en verano
preguntándose donde hay una playa decente.
Sepamos que en esta ocasión la
tenencia de Alcaldía de San Pedro comienza a funcionar y ello tendrá
consecuencias destacadas. No por nada menos hubiera firmado la paz el sin par
Piña con su antagonista Muñoz de tantos y tantos clamores en plenos municipales.
Dicen que las delegaciones de Marbella tendrán su correspondiente
desdoblamiento en San Pedro…con el gasto que ello supone y el difícil trabajo
de ajustamiento entre ambos.
No va a ser fácil gobernar y unos y otros lo saben de
sobra. Pero lo que los espectadores del nuevo “Teatro” esperamos no volver a
visualizar son los enfrentamientos
verbales y de todo tipo entre una y otra parte de este “dúo,”no sé si dinámico,
pero al menos estratégico para ambos.
Marbella necesita urgentemente
un Consistorio sólido y que esté a la altura de la imagen que quiere dar al
exterior, la famosa “marca,” cuyos contenidos y activos deben ser objeto de una
cuidadosa atención municipal.
Hay expectativa y miedo.
Confiemos en que el corto espacio de tiempo de esta legislatura acabe al final en
un Allelluia y no en el tan acostumbrado Requiem.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
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