Aunque la hoja del calendario
indique septiembre el verano sigue entre nosotros como rey y señor. El calor
perdura en días aparentemente tormentosos, con las odiosas medusas apoderándose
de las playas como un factor negativo para bañistas y chiringuitos.
Si es cierto que hay quienes han
abandonado la costa en pro de un trabajo necesario pero fastidioso cuando se
trata de acabar con las vacaciones. El año laboral comienza para muchos y aquí,
en nuestros lares es buen momento para realizar un análisis de los meses
anteriores, julio y agosto, punta del iceberg veraniego, en los cuales se
dirime el futuro turístico de los años por venir.
No han sido tan buenos como
cabría haber esperado puesto que no se han alcanzado las cifras del 2017, y
hemos descendido en ellas. El Instituto Nacional de Estadística apunta que el turismo en la Costa del Sol
sufre el primer frenazo en su crecimiento en los meses que inyectan la mayor
rentabilidad a los negocios desde la crisis. Los empresarios del sector
alojamiento, las agencias y la restauración coinciden en los datos y afirman
que en lo que queda de verano será difícil alcanzar los niveles de actividad
del mismo periodo en 2017.
La respuesta a este cambio de
tendencia está en primer lugar en la vuelta al escenario de
los principales competidores del
Mediterráneo, especialmente Turquía, Egipto y Túnez, resurgidos con precios de
ganga, junto al reclamo de países como Croacia y Bulgaria que comienzan a ganar
protagonismo por sus bajos costes.
El salvavidas de todo lo
expuesto ha estado en el turismo nacional, gracias al cual las pérdidas no han
sido más costosas, turismo convertido en amortiguador de la caída. La
temporada, apuntan algunos, se ha salvado gracias a la estrategia de lanzar
ofertas, activando promociones cara al final del verano.
Este análisis necesita un
estudio a fondo de ciertas características propias de la Costa, especialmente
en el sector llamado de lujo. El sector empresarial marbellí ha mantenido una escala de precios al alza no
siempre acompasada de un aumento de la calidad. Y el turista penaliza este alza
si no hay una mejora del servicio.
La Costa ha de ser consciente,
sin vendaje de ojos, de la fuerte competencia que tiene en las Baleares, Mallorca,
Menorca e Ibiza, e incluso de la también alcanzada por algunos puntos de Levante,
en cuanto a la relación precios/calidad. Dormirse en los laureles ha sido
durante largas temporadas anteriores una constante que parecía no perjudicarnos
pero que a la larga acostumbra a pasar factura.
El turista, extranjero o
nacional, hace tiempo que dejó de venir por las afamadas cabeceras de revistas
del corazón que ensalzaban la rubia cabellera de Gunilla o los exagerados
bigotes e histrionismo de Jaime de Mora. Quieren algo distinto para sus
vacaciones que suelen ser más cortas, pero a las que le piden mucho más:
proyectos lúdicos, música aceptable, infraestructura indispensable, playas cómodas y precios
razonables.
Suele decirse que las cosas importantes
hay que cuidarlas, y el turismo es algo que necesitamos mimar si queremos que
siga siendo la vaca de cuya ubre bebemos. En cualquier momento pueden surgir,
no uno, sino varios lugares paradisíacos, o no tanto, pero en los que los
destinados a su promoción se encargan de presentarlos como tal.
Atención por tanto a cualquier
factor desestabilizador. No podemos permitirnos morir de éxito. Nos va en ello
el futuro de toda la Costa del Sol.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
1 comentario:
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