3 de noviembre de 2018

EL DIFÍCIL DÍA A DÍA

Del mismo modo un tanto rápido que aguaceros y fríos han hecho su aparición invernal, se nos ha venido encima el período electoral. Sin ser aún oficial, nos encontramos de pronto con un sin fin de gestos, guiños y señales, cuando no de comportamientos políticos absolutamente integrados dentro del momento previo a las urnas.
Y ya que no podemos evitar esa avalancha inundadora, podría ser el tiempo de reflexionar como nos va en los muchos avatares de la vida política y cuales serían de verdad las cosas que deberíamos tener en cuenta en el desarrollo de nuestros municipios y ciudades.
Los medios de comunicación, fieles a su identidad alarmista, dan una imagen, que de hacerles caso, se referiría principalmente a Cataluña y sus variantes cada vez más excéntricos, al pago de las dichosas hipotecas, y al traslado de  los restos de Franco de un lugar a otro.
En cuanto a las comunidades más pequeñas, lo importante está más que nada en los encontronazos entre los distintos partidos, especialmente entre el que gobierna y el que es oposición, en un rifirrafe cansino al que por hastío dejamos pronto de hacer caso.
En Marbella en concreto, se tiene muy en cuenta los grandes movimientos financieros en los muchos aspectos de su confusa identidad, a caballo entre el pueblo que fue y la magna y lujosa ciudad cosmopolita en que creemos habernos convertido. Se habla a diario de grandes promociones nuevas, lujosos resorts, congresos internacionales, y cualquier otro evento que engrandezca su nombre.
Ocurre que, además de todo eso, la ciudad debe vivir lo que llamamos el día a día, sumida en alarmantes discordancias  e inseguridades. Las deficiencias en lo cotidiano, en lo que aparentemente no hay que preocuparse, son tan grandes que está llegando al límite de la paciencia de sus ciudadanos. Lo triste es que no hay político/a que piense en ello ni advierta de la necesidad de solucionarlas.
Podemos comenzar por la sanidad, y no solo el lamentable espectáculo del Hospital Costa del Sol, abandonado a su suerte pasado diez años ya, sino la carencia de ambulatorios y centros de salud con un mínimo de dignidad y sin la masificación abrumadora de los escasos actuales. Pongamos en segundo lugar la falta absoluta de colegios y en especial de Institutos, dándose la circunstancia de chavales que al acabar la primaria no tienen un centro donde acogerse, caso flagrante de los alumnos del colegio Vargas Llosa, cuyos padres no cesan de manifestarse en ese sentido.
Indignante situación la de los locales de la Policía, cuya antigüedad se refleja en cada una de sus paredes, sin aparcamiento cercano, más propio de uno cualquiera de los países subdesarrollados. Y escandaloso el asunto de los Juzgados, a los cuales se les asignó un edificio medio a acabar, próximo al Hospital Comarcal, pero solo de palabra, mientras los hechos brillan por su ausencia.
Esperamos con verdadero interés la remodelación del Trapiche del Prado, y la construcción de la tan deseada y ya prometida residencia de ancianos. Hemos olvidado los años que hace desde que Mateo Álvarez la donó para ese fin y mientras ha ido cayéndose a pedazos con la abulia como respuesta.
Otras carencias como centros deportivos duermen el sueño de los justos, sin que los mandatarios, sean de la Junta o del consistorio, comprendan lo necesario que es para la juventud su existencia.
Cosas como las citadas esperan una voluntad política que se preocupe e interese en ellas. Son las necesidades del día a día, lejanas de los focos espectaculares de prensa y televisiones, fuera del círculo del lujo y el glamour.
Pensemos en ello mientras nos apabullan con promesas electorales y busquemos a un líder de las cosas cotidianas.

                                                                                        
Ana María Mata 
(Historiadora y Novelista)

1 comentario:

Órfilo M. Aranda dijo...

En mi caso, volví la vista atrás y vi a otro más pobre que yo. Que diría Calderón de la Barca.
Un abrazo desde Cuba.