Del mismo modo un tanto rápido
que aguaceros y fríos han hecho su aparición invernal, se nos ha venido encima
el período electoral. Sin ser aún oficial, nos encontramos de pronto con un sin
fin de gestos, guiños y señales, cuando no de comportamientos políticos
absolutamente integrados dentro del momento previo a las urnas.
Y ya que no podemos evitar esa
avalancha inundadora, podría ser el tiempo de reflexionar como nos va en los
muchos avatares de la vida política y cuales serían de verdad las cosas que
deberíamos tener en cuenta en el desarrollo de nuestros municipios y ciudades.
Los medios de comunicación,
fieles a su identidad alarmista, dan una imagen, que de hacerles caso, se
referiría principalmente a Cataluña y sus variantes cada vez más excéntricos,
al pago de las dichosas hipotecas, y al traslado de los restos de Franco de un lugar a otro.
En cuanto a las comunidades más
pequeñas, lo importante está más que nada en los encontronazos entre los
distintos partidos, especialmente entre el que gobierna y el que es oposición,
en un rifirrafe cansino al que por hastío dejamos pronto de hacer caso.
En Marbella en concreto, se
tiene muy en cuenta los grandes movimientos financieros en los muchos aspectos
de su confusa identidad, a caballo entre el pueblo que fue y la magna y lujosa
ciudad cosmopolita en que creemos habernos convertido. Se habla a diario de
grandes promociones nuevas, lujosos resorts, congresos internacionales, y
cualquier otro evento que engrandezca su nombre.
Ocurre que, además de todo eso,
la ciudad debe vivir lo que llamamos el día a día, sumida en alarmantes
discordancias e inseguridades. Las
deficiencias en lo cotidiano, en lo que aparentemente no hay que preocuparse,
son tan grandes que está llegando al límite de la paciencia de sus ciudadanos.
Lo triste es que no hay político/a que piense en ello ni advierta de la
necesidad de solucionarlas.
Podemos comenzar por la sanidad,
y no solo el lamentable espectáculo del Hospital Costa del Sol, abandonado a su
suerte pasado diez años ya, sino la carencia de ambulatorios y centros de salud
con un mínimo de dignidad y sin la masificación abrumadora de los escasos
actuales. Pongamos en segundo lugar la falta absoluta de colegios y en especial
de Institutos, dándose la circunstancia de chavales que al acabar la primaria
no tienen un centro donde acogerse, caso flagrante de los alumnos del colegio
Vargas Llosa, cuyos padres no cesan de manifestarse en ese sentido.
Indignante situación la de los
locales de la Policía, cuya antigüedad se refleja en cada una de sus paredes,
sin aparcamiento cercano, más propio de uno cualquiera de los países subdesarrollados.
Y escandaloso el asunto de los Juzgados, a los cuales se les asignó un edificio
medio a acabar, próximo al Hospital Comarcal, pero solo de palabra, mientras
los hechos brillan por su ausencia.
Esperamos con verdadero interés la
remodelación del Trapiche del Prado, y la construcción de la tan deseada y ya
prometida residencia de ancianos. Hemos olvidado los años que hace desde que
Mateo Álvarez la donó para ese fin y mientras ha ido cayéndose a pedazos con la
abulia como respuesta.
Otras carencias como centros
deportivos duermen el sueño de los justos, sin que los mandatarios, sean de la
Junta o del consistorio, comprendan lo necesario que es para la juventud su
existencia.
Cosas como las citadas esperan
una voluntad política que se preocupe e interese en ellas. Son las necesidades
del día a día, lejanas de los focos espectaculares de prensa y televisiones,
fuera del círculo del lujo y el glamour.
Pensemos en ello mientras nos
apabullan con promesas electorales y busquemos a un líder de las cosas cotidianas.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
1 comentario:
En mi caso, volví la vista atrás y vi a otro más pobre que yo. Que diría Calderón de la Barca.
Un abrazo desde Cuba.
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