(Artículo publicado en el diario Marbella Express del día 21 de mayo de 2010)
Aunque la vida sea, como tantas veces nos dijeron, un valle de lágrimas, lo cierto es que todos queremos seguir “llorando” el mayor tiempo posible y por ello, el intento de prolongarla a través de cuantos medios sean necesarios es un negocio tan rentable desde los tiempos de la célebre doctora Aslam hasta el día a día de hoy. Cuando Milan Kundera, el novelista checo escribió “La insoportable levedad del ser” expresó en voz alta el miedo universal a introducirse en lo desconocido o la nada, salvo para aquellos a quienes de verdad los consuele la fe.
Hoy llegamos a viejos con más naturalidad que antes, y por lo tanto el índice de personas que alcanzan una edad superior a los ochenta años no es ni mucho menos tan extraño ni tan bajo como lo era a principios de pasado siglo. Los viejos ( en palabras de un humorista negro) no tienen ahora, como tenían antes la “amabilidad” de morirse en el momento en que empiezan a ser un problema para quienes le rodean. Siguen levantándose a diario y cogiendo su bastón para contemplar el sol o la lluvia con más intensidad que lo hicieron de jóvenes y algunos hasta tienen la osadía de introducir su opinión en una conversación familiar cuando ninguno de los hablantes recordaban siquiera que estaba allí.
En fin, la vejez, o la ancianidad, como queramos llamarle, se constituye en un problema aumentado por el tipo de vida actual en el que las parejas trabajan y el santificado hogar de antaño es, en ocasiones un maremagnum de horarios incumplidos, niños televidentes y padres tan agotados que no alcanzan a veces ni para el beso antes de llevarlos a dormir.
¿Qué hacemos, pues, con nuestros viejos? Aquellos cuya economía es más boyante tienen una solución que les llega de allá donde un día lejano fuimos colonizadores : la boliviana, paraguaya, ecuatoriana …etc que necesita un trabajo imperiosamente y a quien el de asistente de ancianos le va muy bien, pues con su arrastre dulce de palabras cautiva al viejo/a que ve en ella al menos un remedio para su soledad. Pero no todo el mundo puede permitirse esta ayuda humana. El problema entonces adquiere carácter de tragedia y es en ese momento cuando la residencia se hace imprescindible.
Marbella no tiene en la actualidad una residencia de ancianos de tipo benéfico a pesar de que posee hace la friolera de veinte años o más un terreno para construirla cedido para ese fin por la familia de D. Mateo Alvarez. Todos hemos oído o conocemos El Trapiche, antigua fábrica de azúcar donde íbamos de excursión los jóvenes que llegamos al noviazgo con El Dúo Dinámico o Nat-King-Coole metidos en nuestras orejas. Durante largo tiempo en ruinas, fue el lugar donde los coches de caballos tenían lo que podíamos llamar su “sede”. Gil y Gil hizo caso omiso del hecho (para él una minucia) de construir la residencia tan necesaria. Pensaba, sin duda que no le iba a dar su ejecución excesivo números de votos. Mientras llenaban sus bolsas quienes le sucedieron, ni acordarse del asunto, bastante trabajo les suponía la contabilidad de lo que robaban. Y así, como sucede tan a menudo, llegamos al presente sin que la Residencia para ancianos ocupe un pequeño hueco en lo mucho que nos falta por hacer.
Comprendo que sea más vistoso, elegante y sobretodo electoralista construir puentes que dejen admirados al residente y al turista. Que los colegios se lleven el primer lugar en importancia ( si se la llevan, claro) ; que torneos internacionales, chiringuitos y deudas por pagar ocupen el cerebro entero de nuestros mandatarios. Que San Pedro les traiga a mal traer con sus exigencias que luego se reflejan en votos Que no es fácil, en definitiva, como tantas veces imaginamos, conducir con eficacia una ciudad como la nuestra adquirida en estado comatoso. Pero, por favor, intenten ser humanos antes que políticos si fuese posible. Piensen en los viejos arrinconados en soledad, desasistidos y molestos sin más culpa por su parte que la de “haber tenido la osadía de seguir viviendo” en un mundo de colágenos, prótesis de siliconas y elixires para la juventud eterna.
Ellos no tienen ya voz propia ni alguien que les represente. Pero quieren ver amanecer y mover de vez en cuando sus dificultosas dentaduras mientras tratan de emitir una palabra al menos.
Recordemos que todos seguiremos idéntico camino a no ser que la tumba se nos adelante.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
2 comentarios:
No solo no le damos una feliz tercera edad sino que además le congelamos las pensiones.
Pero eso es muy bueno porque así nos lo exige el mercado internacional y el libre comercio.
Europa (eso dijeron el mes pasado) necesita mucho más viejos trabajando (subir la edad de jubilación), más mujeres en el mercado laboral y un aumento fuerte de la natalidad (más mano de obra) para poder seguir siendo competitivos.
¿competitivos de que?
¿quién cuidará los ancianos? ¿quién cuidará los niños si los dos están currando?...
¿latinos que dejarán de cuidar su familia para cuidar las nuestras?
Nos están vendiendo un burro cojo... o un burro de palo cojo...
Tienes mucha razón Ana. Las ciudades de ahora son un reflejo de lo que está pasando y para muestra un botón: la fabrica de azúcar de Marbella.
Espero que al menos me dejen en paz cuando sea "viejo", ya que soy consciente de que ayudarme, no me ayudarán los políticos.
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