En la comunidad literaria y en
general en el mundo de la cultura hay una pequeña conmoción, producida
por la publicación del último libro del Nobel, Mario Vargas Llosa, un ensayo
titulado “La civilización del espectáculo”. Como suele ocurrir con los grandes
autores, el ensayo está produciendo a su vez un productivo y –a mi manera de
ver– estupendo debate que pone una vez más sobre la mesa cuestiones esenciales
sobre la dirección hacia adonde se dirige nuestra civilización y cuales serían
los valores atemporales que deberíamos salvar de un posible naufragio.
En el debate establecido, escritores, filósofos y sociólogos discrepan
de algunas de las tesis de Vargas Llosa, cada cual desde su particular punto de
vista. En líneas generales aceptan la idea principal defendida por el Nobel de
que la cultura se ha convertido en espectáculo y divertimento por encima de otras
cualidades que consideran más importantes. Pero junto a este básico principio,
también añaden algunos la especie de melancolía que subyace bajo casi todo lo
escrito por V. Llosa. Opina éste, de
acuerdo con Walter Benjamín, que “la historia no hace más que acumular ruinas a
nuestras espaldas” y para demostrarlo analiza las muchas formas de expresión
cultural desde el siglo XX hasta el presente que vivimos. Sigue diciendo que
“las vertientes de lo humano han sido pervertidas por la gangrena de la
frivolidad.”
Para algún crítico, la postura del escritor añorando el desarrollo de
la cultura gracias a un pequeño grupo de sabios, cuya influencia solo dependía
de su talento, resulta extraña para alguien que se define como liberal, ya que
fomentar o aplaudir la élite cultural es más propio de un universo totalitario
que de un orbe demócrata.
Dejando para los “ilustrados” el núcleo auténtico del debate, no puedo
menos que estar de acuerdo con el autor
de “La casa verde” en muchos aspectos que destaca, como el hecho incuestionable
de que las masas en lugar de escuchar a Wagner o Mozart se lancen como locos a
un concierto de Lady Gaga, y en lugar de leer a Faulkner devoren las páginas de
Dan Brown y su incombustible “Código da Vinci”.
En relación con las nuevas tecnologías opina que no solo no son
neutras, sino que han acostumbrado a sus usuarios a una relación banal con la información, distanciándolos del
verdadero conocimiento. Afirma que introducir dentro del vocablo CULTURA con
mayúsculas asuntos como la cocina o la moda, ensamblándolos a la pintura de
Botticelli o a una novela de Flaubert es una herejía que le hace reflexionar
acerca de la deriva del progreso espiritual cuyo futuro no presume demasiado
halagüeño.
Se esté o no de acuerdo con lo escrito por el Nobel, al menos en su
totalidad, hay que agradecerle su interés por encender polémicas de este tipo
en un momento donde sólo lo económico parece relevante. Si es verdad que hay
mucha nostalgia detrás de sus páginas, también lo es que hay una tremenda –como
esperábamos de él
– lucidez.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Agrdezco a Vargas Llosa su literatura que tantos ratos nos hace disfrutar y también como no su polémica.
Qué es cultura,quien decide que es cultura?Solo aquello que no entiende la mayoría?Es que lo que comemos,vestimos etc.no son producto de una larga trayectoria a través de la Historia,las costumbres y los movimientos sociales?Pienso que todo tiene cabida en el amplio abanico de eso que llamamos cultura y cuyo concepto como todo ha cambiado gracias a esa clase media que tiene oportunidades e influencia nunca soñadas.
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