Abres un cajón de manera
fortuita y aparece de golpe una foto olvidada, embellecida por el tono sepia
que el tiempo depositó sobre la imagen y cuya visión te lleva obligatoriamente
a recordar lo que una vieja cámara captó. En el envés, la fecha a la que
corresponde: 1959. Curiosamente –y por ello lo traigo hoy al blog- era la noche
de un 23 de junio, y unas llamas altas y bellas aparecen bajo una cuerda
tensada sobre la que penden monigotes de trapo de vistosos colores. Se llamaban
los “Júas” y ardían en la que ahora conocemos como Plaza de San Bernabé, en la
parte posterior de la iglesia de La Encarnación. Había
otras en plazuelas distintas, en el Barrio, o la calle Ancha, pero la
“nuestra”, en la que participábamos todos los de la parte antigua, era esa en
concreto que inmortalizó posiblemente una anticuada Kodak.
Las hogueras de San Juan forman
parte de una tradición milenaria que todo el país celebra y Marbella también
aunque creo e imagino que de muy distinta manera a la que hoy quiero
homenajear. Porque no hay mucho nuevo bajo el sol aunque la juventud desatada ,como
le corresponde, piense que ella es la inventora de todo. También porque muchos
de los actuales residentes conocen nuestra historia de manera sesgada, como si
hubiésemos surgido por generación espontánea al estilo de algunas gramíneas.
Quiero recordar que no teníamos
entonces dinero, pero sí muchas otras cosas que nos compensaban, y que hoy, que
tampoco lo tenemos, desgraciadamente, no podemos recuperar. Pero que están en
la retina y el corazón de quienes, supervivientes de tantos sobresaltos
posteriores, guardamos como oro en paño que siempre podremos sacar a relucir.
La noche de San Juan era el
anticipo del verano que casi siempre venía adelantado. Y las hogueras servían
como purificadoras con su fuego de lo viejo, todo lo que el año arrastró y ya
resultaba inservible, tanto en objetos materiales como en el interior de cada
participante. Los niños hacíamos corro en derredor arriesgando las manos a
pequeñas quemaduras al arrojar cajas, ropa, viejos colchones, muebles y otros
enseres que nuestras madres deseaban perder de vista. Cantábamos, por supuesto,
y la sensación de vivir unas horas que otros días nos estaban prohibidas era un
goce especial.
Tomaban los mayores vino con
gaseosa o sifón y alguna que otra cerveza. Se reunían familias, vecinos y
amigos para comentar el año que se iba y cuales, además de cuantos, serían los
veraneantes que estaban apunto de llegar.
Tema importante de cotilleos
este último. Estaban los fieles, los que llevaban tanto tiempo viniendo que los
considerábamos casi familia común. Los Sevillano, Don Jesús y su prole, los Del
Campo a la zona del Molino viejo, el médico que intentó curar a Manolete sin
fortuna, doctor Garrido, algunos hijos del también doctor López Ibor, la
familia Díaz, de León cuyas hijas, Azucena e Isabelita se acoplaban a nuestra
pandilla, los Fernández-Cuesta, ya entre los importantes (Raimundo Fdez-Cuesta
era ministro de Franco), los Reque Cereijo al chalet de “La Perlita”, los Quiroga,
familia del compositor famoso, los Roldán, a su casa de la hoy Avenida del Mar…y
muchos más que no cito por falta de espacio y por no cansar al posible
visitante del blog.
La fiesta de San Juan era la
antesala del paraíso para quienes vivíamos todo el año esperando el momento de
lanzarnos como locos a un mar que, igualmente parecía estar deseando que lo
hiciéramos. Con nuestros corchos para flotar y resistir el envite de las olas
los días de Poniente. Y nuestra espera diaria en La Jaula a ver quienes salían
de las escalerillas del Portillo.
Algunos tenían la suerte de
asistir como protagonistas a las verbenas del Casino, disfrazados de lo que
quisieran; y de ganar el premio al mejor, que siempre quedaba muy bien ante los
ojos de la chica de tus sueños y desvelos. Otros nos limitábamos a mirar por
entre las rendijas que las cañas divisorias permitían hacerlo.
Marbella todavía más pueblo que
ciudad. Marbella oliendo a gloria en las noches de verano mientras se fraguaban
romances y los viejos dormitaban dulcemente en sus sillas al fresquito de la
calle.
El ayer revivido para los que no
volveremos a cumplir los cincuenta.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Gracias Ana Ma por acercarnos a aquellos tiempos pasados e intimos que los que no somos de Marbella leemos con avidez.Que bonito prolongar la memoria y hacer que los que no los vivimos ,los podamos gozar.Marbella siempre tan acogedora en lo real y en lo imaginario.Donde nadie se siente forastero y tiene la impresión de que pertenece.Eres el vivo ejemplo de este lugar mágico lleno de hospitalidad y buenas gentes.
Garbiñe
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