Sí, por favor, permítanme escribir sobre la Feria aprovechando que se
acerca el día del patrón, San Bernabé, y esos días siempre fueron sagrados para
el pueblo, diferentes, como si una especie de atmósfera muy antigua y común a
todos nos envolviese para recordarnos las raíces y la identidad que a veces se
presume difusa.
Foto del Blog Arte y Grabado |
Hablemos de ella también para no hablar de lo
que llevamos tanto tiempo haciéndolo, y por desgracia deberemos repetir otro
día, pero hoy no, abandonemos por un instante las caras largas para sumergirnos
en algo cuya propiedad nadie puede arrancarnos y con lo que hemos pasado tantos
años de gozo, de pequeños placeres, de convivencia.
Es cierto que Bernabé era un chipriota cuya
misión consistía en anunciar el Evangelio allende las fronteras. También lo es
que Fernando e Isabel lo instauraron como patrón de Marbella porque la
rendición definitiva del musulmán tuvo lugar un once de junio un tanto lejano
(1945) y ese día el calendario cristiano llevaba su nombre. Imagino que los
nuevos habitantes de la
Marbella ya cristiana decidieron festejar ese día con honores
al santo y con algo lúdico para la población. Sería más o menos así como llegó
hasta nosotros la semana grande de un pueblo, todavía pequeño pero con índices
notables de una posterior grandeza.
La tradición se ha perpetuado y la Hermandad de Romeros
hizo aumentar la devoción al patrón, algunos años antes no muy festejado.
Volvió a subir en andas y pasear por las calles principales. Hasta un himno,
del cual el gran y malogrado Paco Cantos y esta humilde escritora tuvieron
mucho que ver: “Hay un júbilo en el aire…”decíamos al empezar, y así era, así es
el comienzo de nuestra feria de siempre.
Una feria que como tantas cosas sobre unos
hombros ya cansados, impulsa mi nostalgia, o si quieren mis recuerdos hacia
años en los que la ciudad y algunos de los que la habitamos poseíamos ese don
tan preciado como fugaz que se llama adolescencia y juventud. Cuando el diez de
junio corríamos hacia la Plaza
de los Naranjos para oír el primer cohete que abría el balcón del Consistorio y
daba paso al alcalde portando el Pendón de Marbella, que siempre nos dijeron
que era el mismo que portara Fernando el Católico. El himno nacional ponía
lágrimas en los ojos a la espera de más cohetes y a la salida de los Gigantes y
Cabezudos, a quienes seguíamos con el corazón ya agitado por las callejuelas.
Lo he contado mil veces, pero no me resisto a no decir que ese día era
“obligado” estrenar un traje de tela de vichy rematado en vivos blancos.
El once era el día mayor, la procesión a la Cruz del Humilladero por la
mañana (simbólico lugar de la rendición del árabe) y la salida a la Feria por la tarde, con las
galas del momento: piqué, perforados, gasas y zapatos mortíferos de un charol
con intenciones mortificantes. Visita a Rafael y Angelita los más fieles de
nuestros feriantes, dueños de las barquitas, el primer cacharro que recuerdo y
cuyo balanceo más o menos alto demostraba la valentía del feriado. Noria
pequeña, pero embriagadora y alarmante si eras de los que quedaban en alto
hasta la próxima ronda. Carro de las “patás”, cuyas cadenas te mandaban al
trasero de quien te precedía, risas si era amigo, enfado si no lo era. Tren de la Muerte, escobazos a
doquier, la Ola,
suave inmersión en un cacharro para los temerosos, mareos en la tina,
achuchones de primeras parejas….el Látigo algo más tarde, novedad y desafío al
equilibrio.
El circo, desde luego, en la explanada que
hoy ocupa el edificio Torre de Marbella. Payasos, especialmente miedo al blanco
y carcajada con el torpe, el desvalido.
Teatro de Manolita Chen, la lujuria del
franquismo, pechos con lentejuelas y piernas en alto. Hombres en su mayoría,
pero también mujeres, esposas que miraban con disimulo aquellas mujeres
provocadoras.
Caseta municipal en la Alameda con animadora,
cerveza y gambas, el gran dispendio para los mayores, para los que venían del
campo con sus lustrosos trajes y el bronceado de la era, que excluía la frente.
Ginkanas y cucañas, cintas bordadas para el joven de tu sueños que corría las
carreras de bicicleta en la
Alameda...
Ilusión. Magia. Alegría de contar con unos
días donde los problemas se resolvían a base de cucuruchos de almendradas y
turrón. Donde Marbella era más pueblo que nunca, pero eso sí con la felicidad
de quienes no necesitaban nada más. ¡Viva san Bernabé!
Ana
María Mata
Historiadora y novelista
3 comentarios:
A MaruMarbella le va a volver loca tu foto. on sus padres, su hermano Antonio y ella. Voy a decirselo.
A mi me gustaba la feria de día en el centro. Con ciertas limitaciones, sería la fiesta ideal para cualquier ciudad. Marbella centro con sus plazas,alameda y avenidas bien se merece una fiesta.
Que lo paseís muy bien.
Madre mía, sí que me acuerdo de las barquitas en el parque, de que mi madre nos compraba siempre ropa nueva para la feria, y que todo era mucho más sencillo, más íntimo.
Me parece que me voy haciendo mayor.
Buena feria.
¡AY que recuerdos!
Lo de los vestidos nuevos es verdad, mi madre para feria me compraba tres, uno para cada día de la feria, en la tienda de "Loly",cerca de vuestra librería y después cuando crecí en "Nuria", o en "Palma", esperábamos con ilusión esos días en los que disfrutábamos tanto y nuestros familiares nos daban "dinerillo para los cacharros"
Muchas gracias por poner la foto, me ha encantado que lo hagas, y me ha emocionado tu escrito.
Un beso y ahora dentro de un rato !a la feria!
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