(Artículo publicado en el diario SUR de 11 de octubre de 2012)
La primera vez que hizo su entrada en la
librería acompañado de su inseparable perro de raza Gran Danés, los clientes se
echaron a un lado con gesto entre el miedo y la curiosidad. El perro le llegaba
casi al hombro, y él, a su vez, sobrepasaba la altura de todos pudiendo tomar
fácilmente el libro más alto de las estanterías con solo alargar una mano. Su
sonrisa y modales denotaban una
educación exquisita y solo el intenso rubor de su rostro daban el cante de que
algo había detrás del rosado color, y que ese algo provenía de su adicción al
líquido originario de Escocia. Arthur Corbet
era un aristócrata inglés que aterrizó en Marbella en la década de los
50 y del que se decía que su familia era, o había sido amiga de la de Winsthon
Churchill. Corbet tuvo la feliz idea de comprar un chalecito que existía al
borde de la carretera haciendo esquina a la hoy avenida de El Fuerte. Instaló
en él la primera sala de fiestas de enjundia que tuvimos en la ciudad, después
de El Boquerón de Plata, tablao flamenco propiedad de Magdalena Reñasco,
conocida como “Maleni”.
La
Jacaranda era
otra cosa. A la elegancia nata de Arthur Corbet se unió el morbo que provocó en
ese momento la aparición de la que se convertiría en su mujer en Gibraltar, una
joven de gran belleza, altísima y con voz extraña: April Ashley, una de las
primeras transexuales conocidas cuyo oficio anterior a la operación había sido
marinero de barco británico. La pareja tomó por asalto la noche de Marbella con
su recién inaugurado “Jacaranda”. La clientela espléndida que lograron, entre
quienes estaban Audrey Hepburn, Mel Ferrer (por entonces matrimonio) Steward
Grandger, Deborah Keer, Ray Milland y algún que otro más de la cinematografía
mundial, junto a los bailarines Antonio y El Greco, hizo de su club el lugar
preferido de nativos y cuantos empezaban a llegar a la ciudad. Legendaria fue
la estancia de Sarah Churchill, hija del premier británico y cuyas anécdotas
rebasan las líneas de este artículo. Baste decir que de tanto empinar el codo a
Doña Sarah una noche se le acabaron las fuerzas y la encontraron abrazada a un
árbol de la Alameda. Dijo
al policía que la encontró, que lo estaba sujetando, pero tras muchos y
repetidos excesos fue conminada a regresar a su país por la diplomacia
española, por aquellos años impregnada como todo el Estado en la defensa de la
moral.
Jacaranda fue muy importante en el inicio de
nuestra vida cosmopolita. Al son de su orquesta que formaban cuatro marbelleros: Antonio Ruiz, Carlos Urbano, Paco Montero y Enrique Ruiz de la Herrán, además del cantante
cubano T. de Robermar, los asistentes podían imaginarse emulando a Humphrey
Bogart, cuando el pianista P. Montero entonaba el tema de “Casablanca”. Con su
estilo colonial de muebles de mimbre en el patio y su profusión de plantas
consiguió dotar de lo que se podría llamar cierto “romanticismo erótico” o al
menos, liberado de las clásicas amarras que el sistema propugnaba y que debían,
obligatoriamente conducir al matrimonio.
Mucho tuvo que ver en ello un fenómeno social
con nombre femenino: la llegada de las suecas. Las delgadas, rubias y por lo
general bellas nórdicas aparecieron en primer lugar en Torremolinos atraídas
por el sol, las buenas ofertas turísticas y desde luego el intenso ardor
varonil que se presuponía a los hispanos
del sur. Una vez que tal ardor les alcanzó de pleno repitieron estancia y
ampliaron el perímetro. En Marbella tal vez lograron el cenit de su éxito y
para enfado de muchas “novias” ya añejas en su relación, sirvieron de desahogo
emocional y de su antítesis a varones todavía sumidos en la formación del
espíritu nacional.
Jacaranda propiciaba con su ambiente la
intimidad necesaria y el resto quizás tuvo origen en el caliente sol que
parecía dar alas a la tan afamada libertad de las féminas del Báltico.
El recuerdo hoy de aquellas noches inflamadas
de música, perfumes, y ¡ay!... una espléndida juventud que creíamos eterna lleva
el nombre de tan preciosa flor: Jacaranda.
Ana
María Mata
Historiadora y novelista
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