26 de noviembre de 2013

SIEMPRE CAMUS


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 21 de noviembre de 2013)

Para algunos siempre será el hombre rebelde, el hombre que dijo no. Lo dijo cuando Alemania ocupó Francia y muchos de sus compañeros empezaron a ir aceptando la idea de una Europa Nueva sobre la base brutal que proponían los alemanes. Lo había dicho antes al Partido Comunista Francés cuando en vísperas de la II Guerra Mundial, Stalin firmó el pacto de concordia con Hitler. Y volvería a decirlo al advertir con plena conciencia el totalitarismo comunista y la solapada invasión de la URSS sobre la Europa oriental.
Albert Camus, el hombre rebelde, el hombre al que Sartre quiso derrotar y hasta destruir, es hoy una figura en crecimiento y de plena actualidad, en contra del estrábico autor de “La Náusea” por entonces seductor de masas y ninfas revolucionarias, y en el momento presente bastante más olvidado. Tal vez si Sartre no hubiese mandado publicar en “Les Temps Modernes” que la rebeldía de Camus era ante todo deliberadamente estética, ambos hubiesen podido encontrar un punto medio en el que aunar sus claves filosóficas. Sartre no cambió de opinión y el que, de algún modo había sido su alumno en las ideas primeras del Existencialismo, tomó un camino distinto y mucho más solitario.
Nació en Mondovi, Argelia en 1913, hijo de unos pieds-noir (colonos franceses) que trabajaban allí. Su madre, Catalina, era una humilde mujer de origen menorquino, analfabeta y sorda, hechos que no le impidieron enseñar al hijo la lengua catalana. Estos orígenes marcaron de forma crucial el futuro de Camus y su tendencia hacia el universo de los marginados. Estudió en Argel y dos de sus profesores serían decisivos en su formación: Louis Germain y Jean Gremier. A este último profesó un afecto intenso que perduró hasta el momento de su desgraciada muerte, y a los dos dedicó el Premio Nobel que le concedieron en 1957 por el planteamiento filosófico existente en todas sus obras.
Novelista, ensayista, dramaturgo, periodista y filósofo, Albert Camus al trasladarse a Paris se convirtió pronto en el mítico director de “Combat”, para continuar después escribiendo una extensa obra cuya peculiar identidad es lo que se ha llamado como Filosofía del Absurdo. Camus afirmaba a través de ella la intrascendencia del hombre enfrentado al Cosmos y a la Historia, solo rescatado cuando actúa precisamente “como si pudiera cambiar el universo”.
El intelecto ambicioso de Camus le hizo estudiar a fondo las diversas ideologías y abstracciones para concluir que todas sin excepción lo único que hacen es alejar al hombre de lo humano. Ninguna religión, ninguna promesa hace posible que el hombre deba albergar esperanzas más allá de la aceptación de su pequeñez, de lo escasamente importantes que somos de cara a un infinito que desconocemos.
A pesar de ello –afirma- que el intento de conseguir una mejoría en su ciclo vital y el de sus semejantes es lo que hace de un hombre algo que merece la pena ser considerado.
Esta aparente contradicción le dio lucidez en un tiempo de grandes tempestades, en el que, en medio de la confusión vio la luz, expresándola en forma de un nihilismo existencial a través del cual se atrevió a decir no a izquierdas y derechas a las que consideraba meras luchas políticas.
El instante, vivido en armonía fue su particular concesión como hombre intransigente y no acomodaticio. Llegó a decir que el suicidio era la única cuestión que merecía la pena discutir. Otras de sus conocidas frases expresaba: “Ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada a nadie”.
Tachado por algunos de desentendido del compromiso con la realidad, durante cierto tiempo la intelectualidad francesa y europea se dividió en dos bandos. Uno alrededor de Sartre, parisino, investido como símbolo de la pureza marxista, y enfrente el hijo de unos “pies negros”, llegado de Argelia, rebelde e iconoclasta.
De sus obras, ( La Peste, La Caída,  El Malentendido, Estado de sitio,  Los Justos, Calígula …etc) destaco por la impronta personal que me dejó, “El Extranjero”. Metafórico y -exagerado quizás- retrato del autor, no he podido olvidar pese a los años que hace de su lectura, aquél hombre que ante la llamada por la muerte de su madre, con ojos desvaídos, contesta: “¿Cuándo me dan el bocadillo…?”frialdad absoluta ante lo que le sobreviene,  Mersault, tras cometer más tarde un absurdo crimen, solo manifiesta apatía frente a su futuro, el juicio, o la condena. Indiferente a lo que no fuese el mero hecho de respirar.
Camus el rebelde, el nihilista, el hombre que acertó como nadie a definir el absurdo de una vida y sus proyectos. La insoportable pequeñez de nuestra existencia, aunque nos cueste tanto aceptarlo.
Ana  María  Mata  
Historiadora y novelista




   

1 comentario:

Javier Lima dijo...

Interesante el artículo sobre este hombres de las letras francesas. ¡Qué falta hacen personas como estas en nuestra sociedad! Críticos e inconformistas.