2 de noviembre de 2013

NEGRO MEDITERRANEO


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 17 de octubre de 2013)
No siempre el mar que nos circunda es el mismo al que poetas y cantantes han dedicado bellas letras y considerado como idílico, sereno y de un azul incomparable. También oculta tragedias inmensas dentro de él, que van desde las legendarias cuyos protagonistas, fenicios, griegos o romanos, conocemos por la historia,  hasta el sobrecogedor presente que se ubica en torno a la isla de Lampedusa.
“Es una vergüenza”, exclamó el Papa al tener noticia de los noventa y cuatro cadáveres encontrados y los más de doscientos desaparecidos que van extrayendo poco a poco del fondo de un mar transformado en cementerio. El título de un relato cuya autoría no se si corresponde a Dorothy Parker o al borgesiano Casares llega a mi memoria cual profecía o presagio ensombrecedor: “El mar será su tumba”. Lo ha sido ya para los más de 25.000 seres humanos que el Mediterráneo se ha tragado en los últimos quince o veinte años según la Organización Internacional para las Migraciones, cuando intentaban alcanzar las costas europeas.
Quizás porque esta vez ocurrió muy cerca, a media milla de la costa, Italia y Europa han tocado con la mano la gran catástrofe humana. Eran somalíes y  eritreos escapando de la guerra y ghaneses huyendo de la miseria. Eran personas como nosotros con peor suerte en  la extraña aventura de la vida, condicionadas por nacimiento a desgracias múltiples tan fuertes que prefirieron el riesgo de morir al horror de sus días interminables.
“Cuando llegamos cerca de la isla –narraba un superviviente- decidimos encender un fuego para hacernos ver incendiando una manta, pero el puente estaba lleno de combustible y el barco quedó envuelto en llamas”. Dicen que divisaron tres barcos y no les socorrieron. La alcaldesa de Lampedusa por su parte afirmaba. “No sabemos donde meter ni a los muertos ni a los vivos. El cementerio de una ciudad de apenas 6000 vecinos ya no tiene sitio.”
Cuando escribo estas líneas oigo en los medios que en el Canal de Sicilia de nuevo una barcaza se hundió a 80 millas de la isla de Malta. Llevaba a bordo unas 270 personas, y recuperados solo 40. La cuestión se ha agravado desde la caída de Gadafi, a quien al parecer Italia con Berlusconi pagaba para que de allí no saliera nadie. Los conflictos del norte de Africa y la crisis de Siria  son también factores a tener en cuenta.
 Todo se conjuga para que Africa sea un polvorín cercano al que Europa pretender desoír pero cuya virulencia está lentamente envolviéndonos a todos y cada uno de los que  formamos parte de ella y que, en ocasiones como estas nos preguntamos cual es el lugar que en dicha Unión colocan los Derechos Humanos, junto a la extraordinaria importancia que dan a la Deuda, los valores bursátiles, la banca y la Economía en general.     
Los emigrantes que se juegan a diario la vida no llegan, por supuesto, de países como Dubai, Catar, Singapur o similares. Su objetivo no es invertir ni disfrutar de vacaciones, hecho que determina que en sus pateras no haya dinero y sí mujeres embarazadas o niños. Saben que tienen más posibilidades de morir que de llegar a una costa cualquiera, y a pesar de ello, lo intentan una y otra vez como si nos dijesen con sus cadáveres y su drama que somos la última estación de su agravio. A sabiendas de que los occidentales sacudimos la responsabilidad con el justificante de las mafias que los engañan. Así limpiamos un poco nuestras adormecidas conciencias y hasta sonreímos pensando en el donativo último hecho a una de las muchas O.N.G conocidas.
Desconocemos o no queremos recordar  el origen de la mayoría de sus desgracias: El feroz colonialismo europeo que se sirvió del continente africano como trozos de una descomunal tarta a repartir entre los poderosos. Europa aterrizó allí, ordenó, hizo divisiones territoriales aleatorias, explotó cuanto pudo y más, humilló al nativo de igual forma, vivieron como reyes sus representantes diplomáticos y en el momento y hora que le pareció bien, se retiró otorgando independencias precipitadas a pueblos incultos que no supieron que hacer con su aparente libertad.
Los emigrantes son herederos de aquellos a quienes los  europeos  abandonaron a su suerte y ahora les molesta su presencia (la de los que logran vivir) y sus cadáveres, cuya responsabilidad nadie quiere asumir.
Mi pobre opinión es que seremos todo lo civilizados que queramos creer con jactancia triste, todo lo cristiano que afirmemos en iglesias y rezos, todo lo humano que nos permita nuestra vergüenza, pero muy en el fondo, cada europeo es un xenófobo en potencia y un cómodo y complacido materialista.
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

1 comentario:

Fabiola Mora dijo...

Gracias por tan esclarecedor, real y certero artículo.
Fabiola