En
estos días se cumplen los noventa y tres años del Desastre de Annual, uno de
los peores episodios de la historia de nuestro país, y donde se perdió casi una
generación entera de jóvenes españoles en territorio rifeño durante la campaña
de Marruecos de 1921.
Ocurre
que tal día como hoy, hace casi un siglo, había un hijo de Marbella llamado
Antonio Ballesteros García haciendo el servicio militar en el Ejército español
que estaba en Marruecos, como tantísimos otros jóvenes de Marbella y España
entera, que mal dirigidos por el general Fernández Silvestre, buscaban derrotar
al caudillo rifeño Abd el-Krim, que lideraba un movimiento rebelde que se había
levantado contra la administración franco-española y que buscaba la independencia
de su tierra frente al colonialismo europeo que ocupaba la región que, tras el
tratado de Algeciras, se habían
repartido Francia y España con el beneplácito del resto de potencias europeas.
Pues
bien, estando nuestro marbellero protagonista encuadrado en el regimiento
África Nº1, marchó camino a la zona de Annual, donde por los graves errores de
mando y estrategia del general Fernández Silvestre, los rifeños infringieron a
España una tremenda y espantosa derrota que acabó en una masacre que traumatizó
al país entero desde el momento en el que empezaron a llegar noticias a todos
los pueblos y ciudades de la piel de toro. El desastre se había gestado.
A
Marbella las noticias sobre el desastre llegaron por la tarde del mismo 21 de
julio de ese año, cuando la gente se distraía de las calores del verano marbellero
viendo una función de teatro en el local de cine de don José Otal, que estaba
situado junto a La Alameda, frente a la pila de los peces (lo que hoy es el
edificio Sacio) y llegó con una diligencia desde Málaga hasta la posta que
había junto a la cafetería de La Jaula. En cuanto se corrió la noticia, el
teatro se fue quedando vacio poco a poco hasta que los actores se quedaron
solos y suspendieron la función. Estos se quedaron extrañados y preguntaron lo
que estaba pasando para que se fuera todo el mundo.
Y lo
que pasaba era que todas las familias de Marbella tenían hijos y familiares haciendo
el servicio militar en Marruecos luchando contra las cabilas de Abd el-Krim,
por lo que el temor era más que lógico. Todos querían saber sobre la situación
en el protectorado marroquí y tener más noticias sobre la suerte corrida por
sus seres queridos frente a los rifeños. Muchas mujeres mayores fueron a la
basílica de La Encarnación a rezar temiéndose lo peor.
Aunque por estar dormido por el agotamiento y
solo en su pozo de tirador, Antonio podría no haber escuchado el toque de
corneta, dijo con posterioridad que fue
como si alguien le despertara de golpe, y en ese momento echó a correr junto a
los restos de su unidad, perdiendo su cantimplora mientras los de caballería
del Regimiento Alcántara se inmolaban cubriendo la retirada de sus compañeros
frente a las imparables oleadas de cabilas rifeñas que invadían todo el valle
de Anual.
Al no
estar en condiciones de ir a pié por los efectos del paludismo que padecía en
esos momentos, lo subieron a una ambulancia que iba camino de Melilla cuando se
unió a los restos de su unidad, y que también llevaban malherido al hijo del
general Navarro, con el que compartió espacio en la ambulancia. Contaba Antonio
que al principio los automóviles sanitarios, que llevaban grandes cruces rojas
sobre fondo blanco para indicar que no eran vehículos de combate, iban
escoltados por algunas unidades de caballería, pero el miedo hizo que los conductores
aceleraran sus ambulancias y dejaran atrás a los caballos, que no podían seguir
ese ritmo, con lo que las ambulancias y camiones con los soldados evacuados
quedaron expuestos a los disparos de los certeros francotiradores rifeños apostados
por todo el camino hasta llegar a la ciudad de Melilla, que vivía en esos
momentos una situación de pánico total.
Hace
unos pocos años, ya en la actualidad, mi abuela Ana Ballesteros García, que
murió con 106 años hace cuatro, nos contaba a mi hermana y a mi cuando se daba
la ocasión, que su madre, Teresa García Lara, relataba que en una mala noche de
tormenta y lluvia del año 1914, más o menos, apareció en la puerta de la Huerta
de Los Cristales un viajero aterido de frío y hambre al que sin conocer de nada
le dieron cobijo en casa. A la mañana siguiente, mejorado el tiempo, el hombre,
ya recuperado de las fatigas de su viaje, partió tras desayunar llevando unas pocas
provisiones entregadas por mis bisabuelos para el camino y agradeciendo el
cobijo que le habían proporcionado su familia, dijo que no olvidaría la
hospitalidad recibida y siguió con su viaje.
Cuando
mi abuela, siendo una jovencita en 1921, fue con su madre a Melilla buscando a Antonio,
nada más bajar del barco conocido como “El Melillero”, una voz en el puerto
gritó el nombre de su madre. ¡Teresa, Teresa, aquí! Se trataba de un hombre que
vestía el uniforme de Jefe de la Policía Local de Melilla. Al principio mi
bisabuela no lo reconoció hasta que el hombre se acercó y se identificó. Por
una casualidad del destino resultaba que ese hombre era el que años antes mi
familia le abrió las puertas de su casa para cogerlo en una mala noche y que se
protegiera de la tormenta durante su viaje su viaje. ¡Curioso lo que a veces
nos depara el destino!
Tras
preguntar el motivo por el que estaban en Melilla en unos momentos en el que
todo el mundo lo que quería era salir de allí, ya que el enemigo rifeño estaba
a las puertas, Mi bisabuela Teresa le contó que fueron buscando el paradero de
su hijo Antonio. El jefe de la Policía de Melilla se puso inmediatamente a
ayudarlas, pues se sentía este hombre en deuda con la familia de Marbella. Y
fue una ayuda que vino muy bien, pues gracias a su cargo de Jefe de la Policía de Melilla encontraron con
pocas y rápidas gestiones a Antonio en un hospital, donde se estaba curando de
sus fiebres del paludismo, que lo tenían en un estado muy grave. Tras sanar, el
jefe de la Policía, tras alojar en su propia casa a mi bisabuela y a mi abuela
hasta que Antonio sanó, ayudó a éste para que durante el resto de su periodo de
servicio militar estuviera como ayudante en una oficina del Ejército de Tierra
en Melilla, por lo que se pudo ahorrar los posteriores combates que vendrían
tras la siguiente campaña, ya con el desembarco de Alhucemas, destinada a
recuperar el control perdido del protectorado español en Marruecos y el Rif a
manos de Abd el-Krim.
Contaba mi abuela Ana, relacionado con esta historia, que mientras hacía
la mili su hermano Antonio en territorio de Marruecos, mi bisabuela no paraba
de llorar. Una mujer que pasaba por la Huerta de Los Cristales en la Semana
Santa de ese mismo año de 1921 le preguntó los motivos de su desconsuelo. Mi
bisabuela Teresa le respondió que lloraba porque tenía un hijo en la guerra y
que no tenía noticias suyas. Esta mujer le dijo que rezara una oración especial
que le enseñó en ese instante con mucho misterio y secretismo, y con la
condición de que solo se podía transmitir en ese día concreto que era Viernes
Santo. Cuando esa mujer se fue no la volvieron a ver nunca más, y lo curioso es
que nadie la conocía en Marbella cuando mi bisabuela, meses después, dio su
descripción buscándola para darle las gracias porque, según pensaba ella, esa
oración había funcionado. Cosas de la superstición o la fe ante la
desesperación, supongo.
No voy
a contar hoy lo que decía esa oración (y que mi familia aún recuerda y conserva
como legado que aún se transmite oralmente), pero básicamente pedía que la
Virgen María echara su manto a modo de capa protectora sobre el sujeto al que
iba destinada la oración. Fuera como fuese, mi tío-abuelo Antonio, cuando su
posición fue rebasada por los enemigos rifeños, estos no le vieron o lo dieron
por muerto, por lo que se podría pensar que, efectivamente una capa protectora
había hecho invisible a Antonio Ballesteros frente a sus enemigos, y que esto
evitó su captura o su más que probable muerte en tierras rifeñas.
Es muy
posible que otras familias de Marbella tengan otras anécdotas que contar sobre
el desastre de Anual y que sea parte de su propio recuerdo familiar que se
transmite de generación en generación. Seguramente no todos los protagonistas
corrieron la misma suerte, pues el desastre, como indica su nombre, supuso una
dura prueba para muchas familias marbelleras y españolas que perdieron a algún
ser querido en la Campaña de Marruecos de 1921, pues como antes indicamos, rara
era la familia de esa época que no tenía a alguno de los suyos haciendo la mili
en el protectorado norteafricano. 1921 fue un año que marcó profundamente la
historia de España.
No
obstante, al cumplirse hoy el 93º aniversario del Desastre de Annual, merecía
la pena recordar el hecho como efeméride y desde el punto de vista que vivió en
esos tristes y duros momentos una familia de Marbella. Ojalá este país nuestro
no vuelva a conocer nunca jamás una guerra como esa y que consigamos convivir
en paz y armonía con los países y pueblos vecinos, con los que tenemos más
cosas en común que nos unen que elementos que nos separen.
Juan Cristóbal Ortiz Parra
Marbella 21 de julio de 2014
4 comentarios:
Me ha gustado mucho el artículo. Son episodios que forman parte de nuestra historia y que es bueno recordar. Allí murieron muchos de Marbella entre otros mis tíos abuelos Luque Chicote.
Enhorabuena por tu artículo.
Mi abuelo materno también participo y regreso sano y salvo, no se si por un manto protector mariano o por un cura tío suyo que consiguió su traslado a la península. Según contaba,donde dormían había tantas ratas que cuando sentían cierto peso sobre la manta, tiraban de esta para espantarlas.
Muchísimas gracias. Me alegro mucho de que os haya gustado. Annual fue uno de los episodios más tristes y desgraciados de la historia de España, y rara fue la familia de Marbella que no tenía un hijo o un hermano sirviendo en el protectorado de Marruecos en esos años tan duros. Y cumpliéndose en estos días su aniversario, pensé que sería interesante recordarlo, pero dese el punto de vista que podía tener cualquier familia de Marbella.
Una historia muy interesante sobre tu tío abuelo Antonio Ballesteros, este marbellero que se salvo de una muerte atroz milagrosamente, JuanCris, celebro que te molestes recuperar la memoria histórica local, en rescatar estas historias orales que de otro modo hubiesen quedado en el olvido
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