13 de septiembre de 2014

NUESTRO NOBEL



En los días de mi adolescencia, tiempo feliz  en el que viví inmersa en libros de cabeza a pies trabajando en la librería de mis padres, llegué a tener un sueño recurrente: me encontraba cara a cara con algunos de mis autores preferidos en un lugar extraño y ellos se me acercaban cariñosamente hasta el punto de poder abrazarles personalmente y dialogar de temas diversos. No hace falta el psicoanálisis para comprender lo que entonces ya significaba la literatura para mí, la felicidad que me proporcionaba y la idealización lógica que de sus autores tenía incrustada en mi cerebro.
La madurez –quien me lo iba a decir- ha conseguido hacer realidad aquella fantasía onírica. Un domingo de Agosto pasado aquella niña que casi bebía libros en los escalones de su casa mientras soñaba con quienes los habían escritos, como si fuesen ángeles  o príncipes y no seres humanos, recibió el mejor regalo que nadie pudiera hacerle nunca: el abrazo fuerte, cariñoso y según parecía, sincero, no ya de un escritor famoso, sino de uno de los preferidos, que encima, es Premio Nobel de Literatura.
Abrazar a Mario Vargas Llosa , créanme, y cruzar unas palabras con él ha sido, en frase de uno de los Iglesias cantantes, “casi una experiencia religiosa”.
Utilizo en el encabezamiento del artículo el pronombre “nuestro”. A posta y con orgullo, quiero presumir en nombre de mis paisanos de lo que significa el honor de tener como Hijo Adoptivo al Nobel peruano. Que un hombre como él, solicitado en todas la Universidades y Colleges del mundo, aplaudido como el mejor exponente de la literatura Hispanoamericana actual y consagrado como novelista a la altura de Flaubert o Faulkner, así como periodista e incluso autor de teatro excepcional, haya elegido nuestra ciudad como lugar de descanso donde “llega como a un pequeño paraíso” desde hace veintisiete años, y expresara en su melodioso tono de orador las cosas bellas que encuentra en sus paseos matinales frente al mar, en las calles pequeñas y en los amigos que ha ido forjando aquí, mientras aclaraba que la “Marbella que conozco no es la de la jet society”…, y lo dijese en alta y clara voz una calurosa tarde de verano, enfundado en riguroso traje con corbata, aguantando con la debilidad del ayuno el calorín, los besos, aplausos y gritos  de cuantos quisimos acompañarle en un instante feliz para él, según dijo, pero mucho, mucho más para una ciudad a la que hacía falta el espaldarazo cultural que su aceptación significa, el orgullo de saberse elegida por el poseedor de un cerebro fuera de serie, una mente endiabladamente sublime y una persona con la elegancia de dentro hacia fuera, y no al revés, como la que conocemos en tantos habituales.
No es mi misión escribir sobre su obra. Carmen Diaz, Consejala de Cultura lo hizo de manera brillante. Tampoco de sus muchos premios además del Nobel. Imagino que sabrán de su marquesado, obsequio del rey anterior. No presume del título, porque ni siquiera lo hace de su ingente obra, traducida a todos los idiomas del mundo. Dijo en Estocolmo que el premio era un homenaje a la lengua española más que a su persona.
Y en nuestra lengua ha contado las más variadas e increíbles historias, en técnicas múltiples que van desde el multiperspectivismo al efecto de contraste conseguido mediante varios narradores y vidas paralelas. La independencia estética que su experiencia europea le proporcionó hizo que lograra salir un tanto de sus comienzos  peruanos y alcanzase el afán totalizante de sus últimos tiempos.

No se puede leer “La Ciudad y los Perros” y quedar indemne. O  “La Casa Verde”, o la tan aplaudida “La Fiesta del Chivo”.
Enriquece nuestra ciudad el tener como “paisano ilustre” a Mario Varga Llosa. Aunque algunos de los habitantes de ella quisieran demostrar con su ausencia como la estupidez puede alcanzar grado superlativo si se antepone la política y los intereses de la misma al conocimiento literario y cultural. Pobre ciudad si llegasen a ser mandatarios. Pobres mentes imbuidas de siglas y estigmatizadas por la corrupción.
La Europa culta, universitaria, intelectual e inteligente envidia hoy nuestra suerte por algo más que el sol y la temperatura, sus fiestas y los yates de Banús.
Mario Vargas Llosa, el encantador de las letras, es para siempre ya, Nuestro Nobel.
                                                                                 
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

1 comentario:

AMUM dijo...

Gracias Ana por poner en palabras lo que todos sentimos ese día.Estuvimos sentadas muy cerca la una de la otra,hicimos comentarios y disfrutamos del momento irrepetible. He revivido aquel rato maravilloso al leerte.Te mando un abrazo literario.
Garbiñe