A pesar de que pensamos y
decimos que somos europeos, tengo la impresión de que en el fondo del alma de
cada españolito pervive mucho de la
charanga y pandereta que tan oportunamente inmortalizara el verso de Machado.
Más aún, aquel tufillo carpetovetónico que tanto solía distinguirnos, lejos de
estar erradicado, parece hoy dispuesto a entronizarse de nuevo en el núcleo
central de la sociedad española.
No podemos negar que lo gestual
siempre nos ha gustado, las actuaciones teatrales y llamativas, cualquier cosa
que se apartase de la normalidad en la que muchos parecen vivir a gusto, a
nosotros nos aburre y acabamos por romperla. Nos hemos jactado tanto de que
España sea diferente, que al final vamos a conseguir que lo sea.
Tenemos, por ejemplo, un
mediador inesperado saltado a la palestra en las últimas semanas, cuyas
características tan particulares solo podíamos aceptar aquí hasta el punto de
reventar audiencias televisivas, ocupar portadas y ser el centro de tertulias
que, por cierto no se ponen de acuerdo en
su verosimilitud o su falsedad. Sea como sea, el “Pequeño Nicolás” ya es
parte del ideario nacional y representante o consecuencia de lo que llamaríamos,
no sin tristeza, el estado de la nación.
En el polo opuesto, las imágenes
del arzobispo de Granada echado en tierra cual soldado en trinchera para pedir
perdón por los casos de pederastia realizados por clérigos de su diócesis…No me
digan que dicha imagen no es resultona e incluso espectacular. El gesto que no
falte, habrá pensado ante el escándalo suscitado, y si no he sido capaz de
condenar a quienes actuaron así en su momento, al menos con este “cuerpo a
tierra” en el centro de la Catedral puede que remedio en algo los
graves errores cometidos (¿?). Charlotada absurda de un alto cargo eclesiástico,
rayano en lo patético. El gesto nunca podrá suavizar el daño cometido, ni
liberarle de su responsabilidad.
Hay quien dice que todo puede
arreglarse con el advenimiento de jóvenes metidos a políticos que habrán de
sustituir a los habituales, cansados y corruptos en gran mayoría. Que su líder,
absolutamente mediático, dirigirá el país como parece hacer ahora con quienes le
arropan : como si de un gran club de fans se tratara, al que él, con o ya sin
coleta, les lanzará mensajes subliminales desde la seriedad de sus azules ojos.
El dinero llegará a fuerza de entrevistas televisivas y si Europa se enfada,
peor para ella que nos pierde. Tal vez dicho líder, el día que deba explicarnos
algo como eso, se haya cambiado de camisa arremangada y lleve chaqueta color
negro duelo. Todo es posible.
Se impone el show, como ven. La
puesta en escena. Intento descubrir si toda la parafernalia anterior acabará en un
“más difícil todavía” como en el circo, o en la ceremonia de adiós del país,
con bajada total de telón.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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