3 de diciembre de 2014

SE IMPONE EL SHOW

A pesar de que pensamos y decimos que somos europeos, tengo la impresión de que en el fondo del alma de cada españolito pervive  mucho de la charanga y pandereta que tan oportunamente inmortalizara el verso de Machado. Más aún, aquel tufillo carpetovetónico que tanto solía distinguirnos, lejos de estar erradicado, parece hoy dispuesto a entronizarse de nuevo en el núcleo central de la sociedad española.
No podemos negar que lo gestual siempre nos ha gustado, las actuaciones teatrales y llamativas, cualquier cosa que se apartase de la normalidad en la que muchos parecen vivir a gusto, a nosotros nos aburre y acabamos por romperla. Nos hemos jactado tanto de que España sea diferente, que al final vamos a conseguir que lo sea.
Tenemos, por ejemplo, un mediador inesperado saltado a la palestra en las últimas semanas, cuyas características tan particulares solo podíamos aceptar aquí hasta el punto de reventar audiencias televisivas, ocupar portadas y ser el centro de tertulias que, por cierto no se ponen de acuerdo en  su verosimilitud o su falsedad. Sea como sea, el “Pequeño Nicolás” ya es parte del ideario nacional y representante o consecuencia de lo que llamaríamos, no sin tristeza, el estado de la nación.
En el polo opuesto, las imágenes del arzobispo de Granada echado en tierra cual soldado en trinchera para pedir perdón por los casos de pederastia realizados por clérigos de su diócesis…No me digan que dicha imagen no es resultona e incluso espectacular. El gesto que no falte, habrá pensado ante el escándalo suscitado, y si no he sido capaz de condenar a quienes actuaron así en su momento, al menos con este “cuerpo a tierra” en el centro de la Catedral puede que remedio en algo los graves errores cometidos (¿?). Charlotada absurda de un alto cargo eclesiástico, rayano en lo patético. El gesto nunca podrá suavizar el daño cometido, ni liberarle de su responsabilidad.
Hay quien dice que todo puede arreglarse con el advenimiento de jóvenes metidos a políticos que habrán de sustituir a los habituales, cansados y corruptos en gran mayoría. Que su líder, absolutamente mediático, dirigirá el país como parece hacer ahora con quienes le arropan : como si de un gran club de fans se tratara, al que él, con o ya sin coleta, les lanzará mensajes subliminales desde la seriedad de sus azules ojos. El dinero llegará a fuerza de entrevistas televisivas y si Europa se enfada, peor para ella que nos pierde. Tal vez dicho líder, el día que deba explicarnos algo como eso, se haya cambiado de camisa arremangada y lleve chaqueta color negro duelo. Todo es posible.
Se impone el show, como ven. La puesta en escena. Intento descubrir si  toda la parafernalia anterior acabará en un “más difícil todavía” como en el circo, o en la ceremonia de adiós del país, con bajada total de telón.

Ana  María  Mata  
Historiadora y novelista

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