5 de mayo de 2015

Amistad entre García Lorca y José Antonio Primo de Rivera



La Historia tiene sus curiosidades y también, a veces, sus sorpresas. Algunas de ellas proceden del ocultamiento que distintos motivos, ideológicos, políticos, religiosos o morales, obligan a silenciar. Por fortuna el tiempo es el gran justiciero y aclarador, el que coloca todo en su lugar con solo dejarle correr a su ritmo sobre nuestras cabezas.
Hablamos de dos personajes fundamentales de nuestra época. Decisivos ambos en el transcurso de  acontecimientos graves del siglo XX. Hasta hace poco, antagónicos y casi enemigos para la mayoría de los españoles. Como el sol y la luna, lo blanco y lo negro, pensábamos quienes los conocimos a través de lo escrito sobre la Guerra Civil, la República y el Franquismo. ¿Cómo podíamos imaginar lo que, sin embargo, es esencial en el ser humano, que los dos, con sus diferencias asumidas y a cuestas, hubiesen sido amigos contra corriente? ; ¿que la ideología es una cosa y las actitudes internas, deseos, ilusiones y afectos otra muy distinta?...Menos aún en este país nuestro, donde todo se reduce al “conmigo o contra mi” sin aceptar que un pensamiento contrario puede ser igual o más verdadero o interesante que el expresado por el autor de la dicotomía.
Federico García Lorca, uno de los más grandes poetas de la lírica española, y José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, hijo de general Primo de Rivera  se conocían de antiguo, pero fue al principio del 36 cuando en casa del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, amigo de José Antonio, confirmarían una relación amistosa intensa y que solo acabó con la muerte de ambos.
Lo escribe  Jesús Cotta, malagueño, profesor de filosofía y que con su libro “Rosas de Plomo” ha conseguido el premio especial para biografías. Sus fuentes proceden de documentos cedidos por amigos tanto del poeta como del fundador de Falange.
En el diario personal del poeta Gabriel Celaya, cuenta éste como Lorca le refiere que en una de las muchas reuniones y cenas, José Antonio le dijo: “No crees que con tu azul y el mío haríamos una España  mejor?”… en relación con el mono azul que Lorca vestía en su teatro de La Barraca. De igual manera, le confiesa a Celaya que todos los viernes cenan juntos y vuelven en un taxi con cortinillas bajadas, porque “Ni a él le conviene que lo vean conmigo, ni a mí que me vean con él”.
Al parecer se reunían en “La Ballena Alegre” local de tertulia de José Antonio, cuando los demás se marchaban.  Y esta curiosa amistad era conocida por Salvador Dalí, Pepín Bello y Luis Rosales, amigos de Lorca y compañeros en la Residencia de Estudiantes.
El silencio de los amigos obedecía a la realidad española del momento. Conocedores de los mitos ideológicos que ambos representaban, callaron para no enturbiar la memoria del poeta. Afirma el profesor Cotta que así  es más  comprensible aún, dada esta amistad, que Federico se refugiase en su huída  en la casa de la familia Rosales, falangistas de pro, con la confianza de que allí podía estar más seguro.
 El poeta y el fundador de Falange, eran según el biógrafo, antimarxistas los dos, defensores de los pobres, revolucionarios, libres, eclécticos y heterodoxos.
Los dos conocían las muchas papeletas que tenían para ser asesinados, incluso bromeaban sobre a quien atraparían antes.
Federico García Lorca fue asesinado por orden del general Queipo de Llano el 16 de agosto de 1936. José Antonio Primo de Rivera lo fue por orden de la República el 20 de noviembre del mismo año.
 El Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, intentó gestionar la liberación de José Antonio y consiguió que un barco y marinos ingleses se dispusieran a ello. Londres solo puso una condición: el visto bueno del gobierno de Franco. Desde el cuartel del Generalísimo recibió un telegrama brutal: “No interesa”. Nacería la hipótesis entonces de que Franco tenía recelos de un José Antonio potente y que le convenía más como mártir de la “Cruzada”.
Curiosidades personales y ocultamientos históricos que el paso del tiempo nos da a conocer y que no serán los únicos. Sabido es que los triunfadores dictan la historia oficial, pero los vencidos guardan, igualmente, una historia paralela que no siempre es más veraz , aunque lógicamente sea distinta.
Destaco, cómo dos personas asesinadas por motivos opuestos, pudieron en vida limar diferencias y cuestionarse entre ellos decisiones profundas. Los dos amaban su país, y sin duda  querían hacer de él una tierra mejor. Lástima que no hubiesen podido romper sus barreras en “un mismo Azul”.

Ana  María Mata   
Historiadora y novelista
                    

1 comentario:

Jose Maria dijo...

Gracias por este texto tan esclarecedor de la naturaleza humana.
Quizá la inquina y la sed de violencia de la época puso el resto. Algo que en otra época de España podo ser, en los años 30 fue imposible, provocando un gran drama nacional y millones de dramas personales y familiares.
Un abrazo.