La
Historia tiene
sus curiosidades y también, a veces, sus sorpresas. Algunas de ellas proceden
del ocultamiento que distintos motivos, ideológicos, políticos, religiosos o
morales, obligan a silenciar. Por fortuna el tiempo es el gran justiciero y
aclarador, el que coloca todo en su lugar con solo dejarle correr a su ritmo
sobre nuestras cabezas.
Hablamos de dos personajes fundamentales de
nuestra época. Decisivos ambos en el transcurso de acontecimientos graves del siglo XX. Hasta
hace poco, antagónicos y casi enemigos para la mayoría de los españoles. Como
el sol y la luna, lo blanco y lo negro, pensábamos quienes los conocimos a
través de lo escrito sobre la Guerra Civil,
la República
y el Franquismo. ¿Cómo podíamos imaginar lo que, sin embargo, es esencial en el
ser humano, que los dos, con sus diferencias asumidas y a cuestas, hubiesen
sido amigos contra corriente? ; ¿que la ideología es una cosa y las actitudes
internas, deseos, ilusiones y afectos otra muy distinta?...Menos aún en este
país nuestro, donde todo se reduce al “conmigo o contra mi” sin aceptar que un
pensamiento contrario puede ser igual o más verdadero o interesante que el
expresado por el autor de la dicotomía.
Federico García Lorca, uno de los más grandes
poetas de la lírica española, y José Antonio Primo de Rivera, fundador de
Falange Española, hijo de general Primo de Rivera se conocían de antiguo, pero fue al principio
del 36 cuando en casa del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, amigo de José
Antonio, confirmarían una relación amistosa intensa y que solo acabó con la
muerte de ambos.
Lo escribe Jesús Cotta, malagueño, profesor de filosofía
y que con su libro “Rosas de Plomo” ha conseguido el premio especial para
biografías. Sus fuentes proceden de documentos cedidos por amigos tanto del
poeta como del fundador de Falange.
En el diario personal del poeta Gabriel
Celaya, cuenta éste como Lorca le refiere que en una de las muchas reuniones y
cenas, José Antonio le dijo: “No crees que con tu azul y el mío haríamos una
España mejor?”… en relación con el mono
azul que Lorca vestía en su teatro de La Barraca. De igual manera, le confiesa a Celaya
que todos los viernes cenan juntos y vuelven en un taxi con cortinillas
bajadas, porque “Ni a él le conviene que lo vean conmigo, ni a mí que me vean
con él”.
Al parecer se reunían en “La Ballena Alegre” local de
tertulia de José Antonio, cuando los demás se marchaban. Y esta curiosa amistad era conocida por
Salvador Dalí, Pepín Bello y Luis Rosales, amigos de Lorca y compañeros en la Residencia de
Estudiantes.
El silencio de los amigos obedecía a la
realidad española del momento. Conocedores de los mitos ideológicos que ambos
representaban, callaron para no enturbiar la memoria del poeta. Afirma el
profesor Cotta que así es más comprensible aún, dada esta amistad, que
Federico se refugiase en su huída en la
casa de la familia Rosales, falangistas de pro, con la confianza de que allí
podía estar más seguro.
El
poeta y el fundador de Falange, eran según el biógrafo, antimarxistas los dos,
defensores de los pobres, revolucionarios, libres, eclécticos y heterodoxos.
Los dos conocían las muchas papeletas que
tenían para ser asesinados, incluso bromeaban sobre a quien atraparían antes.
Federico García Lorca fue asesinado por orden
del general Queipo de Llano el 16 de agosto de 1936. José Antonio Primo de
Rivera lo fue por orden de la
República el 20 de noviembre del mismo año.
El
Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, intentó gestionar la liberación de José
Antonio y consiguió que un barco y marinos ingleses se dispusieran a ello.
Londres solo puso una condición: el visto bueno del gobierno de Franco. Desde
el cuartel del Generalísimo recibió un telegrama brutal: “No interesa”. Nacería
la hipótesis entonces de que Franco tenía recelos de un José Antonio potente y
que le convenía más como mártir de la “Cruzada”.
Curiosidades personales y ocultamientos
históricos que el paso del tiempo nos da a conocer y que no serán los únicos.
Sabido es que los triunfadores dictan la historia oficial, pero los vencidos
guardan, igualmente, una historia paralela que no siempre es más veraz , aunque
lógicamente sea distinta.
Destaco, cómo dos personas asesinadas por
motivos opuestos, pudieron en vida limar diferencias y cuestionarse entre ellos
decisiones profundas. Los dos amaban su país, y sin duda querían hacer de él una tierra mejor. Lástima
que no hubiesen podido romper sus barreras en “un mismo Azul”.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Gracias por este texto tan esclarecedor de la naturaleza humana.
Quizá la inquina y la sed de violencia de la época puso el resto. Algo que en otra época de España podo ser, en los años 30 fue imposible, provocando un gran drama nacional y millones de dramas personales y familiares.
Un abrazo.
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