No existe algo peor en la vida que el
anquilosamiento. Hasta el vocablo resulta desagradable, como si anunciara ya su
contenido. Anquilosado es sinónimo de atrofia, parálisis o inmovilización. Y
para ello, el poeta Rilke tuvo una dura frase: “Lo que en lo inmóvil permanece
se encuentra ya petrificado”. La vida es movimiento, renovación y cambios.
Desde Heráclito hasta hoy, nunca podemos mirarnos en el mismo río.
Quizás es la política el ámbito en el que más
peligrosa sea la petrificación. La inmovilidad de contenidos, programas e
incluso ideas para quienes se disponen a gobernar suele tener un coste
demasiado alto para el ciudadano votante que, si es inteligente, lo demostrará
claramente en las urnas. Del mismo modo los líderes que encabezan listas y
partidos no deben perpetuarse en sus puestos, por dos simples razones: No
existen líderes o jefes perfectos y debido a ello, la eternidad solo es
patrimonio de la divinidad.
Debo decir con sinceridad que la presencia de
dos jóvenes líderes políticos en un cara a cara extraño por su desarrollo, me
causó un efecto tan agradable como inesperado. Desde la Transición hasta hoy,
con escasas excepciones, nos habíamos acostumbrado a los enfrentamientos
insultantes hasta límites que rayaban a veces con la grosería y la ordinariez. Importaban
más el ataque y daño al contrario que el contenido diferencial de sus
programas. Es más, casi nunca nos enterábamos de los proyectos, diluidos como
resultaban en una maraña de agravios y hasta de palabras soeces.
Ser testigo de que dos aspirantes a gobernar,
con planteamientos distintos y hasta opuestos, sean capaces de expresar sus
maneras de concebir dicho gobierno en tono tranquilo, diríase que hasta
amistoso, de disentir con amabilidad y elegante lenguaje, es en sí mismo ya un
logro de una nueva generación de políticos a los que su gran formación
intelectual les avala para el poder pretendido.
En contra de algunas aseveraciones oídas como
las de “solo nosotros podemos ofrecer un gobierno serio y estable” o algunas otras
en tono similar, los nuevos aspirantes no basan en experiencias del pasado ni
en exclusividades su deseo de renovación de un país castigado hasta el tuétano
por una corrupción tan extrema que, a veces me pregunto como los mismos jefes
de los corruptos son capaces de pedir otra vez la confianza del votante. Jefes
y otros cargos que no han sabido –o podido– explicar robos sangrantes y
elevadísimos de quienes estuvieron en sus filas y pululan hoy por juzgados o
cárceles con una nueva estafa cada día, sociedades, entramados y posesiones
inestimables.
Partidos putrefactos que siguen peleando por
un quítame allá ese poco de mando, quien es más de todo y yo podía hacerlo, o
lo hice mejor.
Cansancio de las mismas caras repitiendo
discursos que ya resultan anacrónicos y aburren hasta a las ovejas. Con una
retórica gastada, engañosa y de la que pocos nos fiamos visto los anteriores
resultados. Es absurdo elegir más de lo mismo. Habrá que darle opción a nuevas
técnicas y maneras distintas de encarar los ya añejos y “anquilosados”
problemas.
El asunto esencial, el “quid, está en el miedo. Una generación a la que
pertenezco piensa que lo nuevo es inexperiencia y riesgo, teme lo que no
conoce, sin darse cuenta quizás de que llevamos demasiado tiempo apostando a
las mismas cartas en una baraja que se cae a pedazos.
La renovación es necesaria y ha de llegar de
personas que aún no conocen el verbo “esquilmar” y a los que hay que dar
oportunidades para que demuestren su rechazo hacia él.
En nuestro país hay demasiadas cosas que
funcionan mal, desde la
Justicia hasta la Educación, esta última básica entre las básicas, aunque
creo que no nos damos cuenta. La honradez se adquiere y aprende en la familia y
la escuela. “Dadme un niño virgen y os devolveré un ciudadano honrado y libre”
decía Giner de los Ríos.
En los dos jóvenes políticos que presentaron
parte de sus programas sin llegar al insulto aunque disintiendo, a veces, he
visto ganas de enderezar el país al que pertenecen y que lleva excesivo tiempo
bastante a la deriva. Con mandatarios que fueron amigos o muy, muy conocidos de
los Bárcenas, Rato, creadores de los ERE, la trama Gurtel y del ahora Jerome.
Cuando las causas de imputación abultan más en un Estado que los presupuestos
para gobernar con eficacia hay que plantearse muy despacio quiénes van a
dirigir ese estado.
Los discursos ampulosos y fotografías
publicitarias son pompas de jabón.
El bipartidismo me parece que está, de verdad,
herido de muerte.
Ana
María Mata
Historiadora y novelista
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