Es posible que las generaciones
más jóvenes de europeos desconozcan el pasado, y que quienes pasan de más de
cuarenta años estén empezando a olvidarlo. Al menos eso dicen algunos autores
en relación con la conmemoración del Holocausto, cuyo aniversario se celebraba
este pasado 27 de Enero. Ese mismo día
setenta y dos años antes, fue liberado por las tropas soviéticas el campo de
exterminio de Auschwitz, en Polonia. Seis millones de víctimas fue el resultado
de un continente arrasado por una guerra provocada por unos dirigentes
criminales sin escrúpulos.
No es posible, no podemos
olvidar. Si la memoria es la expresión silenciosa del alma, solo nos queda ella
para sentir, al menos, vergüenza de lo
que el ser humano es capaz de infringir a otro, y que ese recuerdo sirva, como
dijo Santayana, para que no estemos condenados a repetirlo.
El proceso de selección de los
deportados que llegaban a Auschwitz es uno de los momentos más atroces de la
historia. En solo unos segundos, un grupo de las S.S. entre los que se
encontraba el siniestro doctor Mengele, decidía sobre la vida y la muerte,
separaba a familias, enviaba a morir lentamente por el trabajo forzado a los
que consideraba aptos, y a las cámaras de gas a los demás.
Dos agentes de las SS, Ernst
Hofmann y Berhard Walter se dedicaron a fotografiar ese proceso hasta que
llegaban a la cámara de gas, y una superviviente Lilly Jacob, mientras se
recuperaba del tifus en las antiguas barracas de dichos agentes, encontró por
casualidad el álbum en el cajón de la mesilla de noche de uno de ellos. Primero
reconoció a su rabino, luego a algunos de sus vecinos, más tarde a sus hermanos
Israel y Zelig. Lilly Jacob emigró a Estados Unidos y se llevó consigo el álbum
que fue utilizado en procesos contra criminales de guerra. Antes de morir lo
donó al Museo de la Shoah
en Jerusalén.
En las fotografías los rostros
desencajados de los prisioneros de cualquier edad, incluidos ancianos y bebés
en brazos de sus madres de las que serían separados de inmediato, no necesitan
palabras. O mejor dicho, no existen vocablos capaces de expresar el sentimiento
reflejado en blanco y negro por seres arrojados a la muerte con idéntica
indiferencia con la que se arrojan restos de basura despreciable.
El Holocausto fue mucho más que
un delirio de un fanático antisemita. Porque junto a él hubo seres
inteligentes, intelectuales, artistas y profesionales de todo que vivieron
juntos los horribles crímenes y palparon de cerca, incluso sirviendo de
ayudantes, de la masacre que se estaba llevando a cabo. Un hecho como ese no
surge de golpe ni se realiza en unos días. Hace falta preparación, método,
tiempo y ayudantes voluntarios, además de los dolorosamente obligados. Todo eso
con el paso del tiempo parece olvidarse. No somos conscientes de que muchos
horrores comienzan con unas declaraciones del poderoso en un primer momento,
siguen con un mandato, siguen aún más con un orador vehemente culpando a quien
aborrece de los males que le aquejan. Exclamando que va a salvar a su país de
aquellos que estorban para su desarrollo. Emitiendo órdenes de deportaciones y
negación de entradas. Buscando apoyos en quienes piensen o sientan como él.
Parece que la posibilidad de
repetir barbaridades no es tan escasa. Estamos en el introito de algo distinto
a lo que nos ha costado mucho tiempo declarar como Derechos Humanos inviolables.
Estamos a las puertas de una catástrofe cuyo contenido se nos puede escapar de
las manos. En el preámbulo de una situación inesperada pero no suficientemente
analizada por quienes podemos ser
observadores pero no del todo inocentes.
Los primeros pasos de un hombre
tan poderoso como estrafalario y desquiciado van dejando semillas que
ojalá mueran sin obtener frutos. Pero
atentos, que el señor artífice del Holocausto acariciaba a los niños y tomaba
en brazos a su perro con ternura.
Deberíamos tener cuidado con
aquellos que vienen de profetas aunque lo sean en su tierra.
Cuidado con los que miran por
encima del hombro a los que no son como él.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Gracias Ana María como siempre por ser parte de nuestra memoria colectiva. Es verdad que no debemos olvidar nunca el Holocausto y las circustancias que pueden llevar a una sociedad a encumbrar a un personaje como Hitler y a permitirle todo lo que hizo. Algo que asusta porque ninguna sociedad se libra de de estos males. Esto me recuerda que en la actualidad un personaje siniestro se ha colado en la Casablanca en un país que lucha por nantener su liderazgo.
Tampoco debemos olvidar que detrás del Holocausto han venido muchos otros genocidios que han supuesto millones de muertes pero con la desgracia de ocurrir en el segundo y tercer mundo que los condena al silencio mediático e irremediablente al olvido occidental, muy propio de nuestra civilización.
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