Puede ser, como algunos afirman,
una moda efímera, creada por quienes necesitan protagonismo irritante al costo
que sea. Los mismos que creen encontrar en sus manifestaciones abruptas y
descontroladas un sentido político que legitime su estupidez más allá del
propio absurdo de la mayoría de sus conceptos e ideas. Crear conflictos ha sido
desde antiguo el medio utilizado por quienes no poseen argumentos sólidos e
inteligentes con los que avalar su causa.
Puede ser eso, algo muy similar
a las rabietas del niño enfurecido por la falta de atención. Más, la
irracionalidad de la causa no excluye los efectos que pueden llegar a producir.
La insensatez de arrojar piedras en el propio tejado con las consecuencias que
de ello se deriven. Y aunque esas consecuencias afecte en sumo grado a los
mismos que las provocan. Así de estúpido suele ser a veces el género humano.
España llegó tarde a la llamada
Revolución Industrial que a comienzos del siglo XIX tuvo lugar en Inglaterra,
expandiéndose luego por el centro de
Europa. Y cuando la alcanzó, solo algunas regiones como el País Vasco y
Cataluña se beneficiaron de ella. El resto del país malvivía por entonces de la
agricultura y el ganado. Ese retraso,
complicado al paso del tiempo por sus problemas políticos, entre los
últimos la guerra civil, hizo que fuésemos una tierra minusvalorada por el
continente europeo como lugar de un cierto subdesarrollo. La Historia es dura,
a veces, pero no tiene vuelta de hoja.
Y de pronto, como regalo de
dioses o feliz e inesperado azar, aparece en el horizonte aquello que nos
faltaba y nos hace importantes a los ojos ajenos: algo llamado Turismo, un rey
Midas disfrazado de Alí Baba o de Reyes Magos, según prefieran, que nos mira
con ojos deslumbrados y afirma que nuestro clima, nuestros monumentos y hasta
nuestra gente, merecen atención especial.
Acababa de nacer la que sería la
industria más importante del país, el dios Turismo, al que debemos el haber
salido de la escasez, la apertura de mentes por el contacto con ideas nuevas,
el desarrollo de los años sesenta y posteriores
y la subida de la autoestima, que nos hacía tanta falta. Hasta el
Régimen -¿recuerdan?- aprovechó el tirón para promocionarse: “España es
diferente”, decía el slogan con el que quisimos decir en verdad que éramos
únicos, más guapos, mas listos, y más todo que quienes picaron y se
transformaron en nuestros primeros visitantes y turistas.
Por fin teníamos algo por lo que
ser deseados más allá de nuestras fronteras, sea lo que fuese ese algo. Y de
ello empezamos a vivir. A mejorar. A llenar las arcas estatales de divisas. A
comprarnos coches y salir del provincianismo de la postguerra.
Nos ha dado resultado hasta el
momento actual, en el que, es cierto que el éxito puede llegar a ahogarnos.
Pero solo son necesarias medidas exactas, no bajar la guardia y cumplirlas a
rajatabla. Las situaciones grotescas y hasta vandálicas que han tenido lugar en
Palma de Mallorca, Cataluña, o las originadas en Puerto Banús, han de ser,
primero vigiladas y luego sancionadas y castigadas con todo el peso de una ley
que está para ser cumplida, no de adorno. Es responsabilidad de los
Ayuntamientos y de las autoridades el mantenimiento del orden en todos sus
aspectos. Si es necesario aumento de policías, el Estado debe saber cual es su
papel en este delicado asunto, sin que valgan excusas ni cortapisas en este
sentido.
La “turismofobia” es el error
más grande que pueda cometerse. España es un país eminentemente turístico y
destrozar su principal medio económico solo puede ocurrírsele a quienes
igualmente quisieran destrozar otras muchas cosas que llevan incluidas en su
ideario político. No hay que dejarles actuar, porque una sola manzana pudre el
cesto.
Los jóvenes airados que parecen
divertirse con los gestos anti-turistas, deberían reflexionar por un solo
minuto, si no es pedirles mucho: ¿Quiénes pagarán si nos quedamos sin ellos, la
Sanidad, los colegios y las prestaciones sociales? …
Tal vez no les vendría mal a
algunos de ellos volver al campo. De sol a sol, como en los viejos tiempos que
no han llegado a conocer.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
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