12 de marzo de 2018

TURNO PARA MORIR

Casi un siglo después de las grandes tragedias del siglo XX, y a pesar de la Convención de Ginebra o la creación de las Naciones Unidas para intentar resolver los conflictos sin llegar a la guerra, cuan poca ha sido la aportación de la humanidad en ese sentido y que escasos los méritos adquiridos a favor de la paz.
Episodios como el Holocausto deberían habernos vacunado para siempre contra el régimen del terror. Nos parecía que, entonces, muchos miraron para otro lado y permitieron de ese modo que la crueldad reinara en territorios europeos. Pensábamos que  nunca jamás volverían a repetirse aquellas imágenes espeluznantes de seres sacrificados y exterminados, y he aquí que volvemos a ellas hoy en un mundo desarrollado tecnológicamente en exceso pero deshumanizado en sus relaciones personales.
Miremos a Siria por un momento. Aunque solo sea para hipotecar nuestra sonrisa durante el tiempo que la visión nos traiga una imagen cualquiera de la zona de Guta.
En el último bastión opositor en el cinturón rural de Damasco, el régimen de Bashar el Asad y sus aliados repiten la estrategia realizada en Alepo y combaten por tierra y aire en una zona urbana donde se estima que quedan unos 400.000 civiles. No hay líneas rojas y en los últimos cuatro días seis hospitales de Guta han sido atacados según Naciones Unidas.

Vecinos de Duma, la ciudad más importante de la zona de Guta, relatan a la agencia Reuters de este modo su desesperanza: “Esperamos nuestro turno para morir. Vivimos metidos en refugios. Hay seis o más familias juntas por casa y no queda comida…” contaron convencidos de su trágico futuro. Estas ciudades y aldeas están cercadas desde 2012.
El general Suheil al-Hassan, apodado “El Tigre” y conocido por sus victorias en Alepo y Palmira, difundió un mensaje a través de las redes sociales en el que los amenazó como enemigos, con darle una lección de combate y fuego. No se permite la entrada de camiones humanitarios con comida y servicios sanitarios para heridos.
“Esperando el turno para morir”. La frase más espantosa que se ha oído en boca de unos seres que desposeídos de todo, no tienen más que la palabra como último testimonio de unas vidas que van arrancando con precisión; como un epitafio adelantado de hombres mujeres y niños en situaciones límites, cuya única mirada se dirige al cielo para ver de que lado van a caer los bombardeos intensos.
El resto del mundo contempla  las escenas de escombros y vidas sepultadas mientras continúan con sus avatares cotidianos y después de sentir un escalofrío de tristeza siguen peleando por dólares, euros, amores o el poder alcanzado. No se detiene el planeta, la Bolsa sube y baja, los aeropuertos se llenan de pasajeros, el deportista hace deporte, el magnate cuenta sus finanzas,  el periodista escribe, la mujer da a luz y el niño sonríe o llora por un juguete perdido.
Exactamente igual que la Europa de 1914 o la de 1944. Idénticas escenas que las tomadas por reporteros  mientras en los hornos se cremaban a judíos y se los exterminaba en campos de concentración.

La dignidad humana se perdió entre las filas de desaparecidos y asesinados sin nombre cuyo recuerdo debería servir para que en la actualidad, desde todos los infinitos medios creados, asombrosas combinaciones electrónicas , surgiera una voz unánime que gritase y sobre todo que obligara a quienes están detrás de estas órdenes destructivas a detener la infame tragedia de Siria.
No hemos avanzado en nada. El hombre sigue siendo un vampiro para el hombre.

                                                                                             
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)

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