Casi un siglo después de las
grandes tragedias del siglo XX, y a pesar de la Convención de Ginebra o la
creación de las Naciones Unidas para intentar resolver los conflictos sin
llegar a la guerra, cuan poca ha sido la aportación de la humanidad en ese
sentido y que escasos los méritos adquiridos a favor de la paz.
Episodios como el Holocausto
deberían habernos vacunado para siempre contra el régimen del terror. Nos
parecía que, entonces, muchos miraron para otro lado y permitieron de ese modo
que la crueldad reinara en territorios europeos. Pensábamos que nunca jamás volverían a repetirse aquellas
imágenes espeluznantes de seres sacrificados y exterminados, y he aquí que
volvemos a ellas hoy en un mundo desarrollado tecnológicamente en exceso pero
deshumanizado en sus relaciones personales.
Miremos a Siria por un momento.
Aunque solo sea para hipotecar nuestra sonrisa durante el tiempo que la visión
nos traiga una imagen cualquiera de la zona de Guta.
En el último bastión opositor en
el cinturón rural de Damasco, el régimen de Bashar el Asad y sus aliados
repiten la estrategia realizada en Alepo y combaten por tierra y aire en una
zona urbana donde se estima que quedan unos 400.000 civiles. No hay líneas
rojas y en los últimos cuatro días seis hospitales de Guta han sido atacados
según Naciones Unidas.
Vecinos de Duma, la ciudad más
importante de la zona de Guta, relatan a la agencia Reuters de este modo su
desesperanza: “Esperamos nuestro turno para morir. Vivimos metidos en refugios.
Hay seis o más familias juntas por casa y no queda comida…” contaron
convencidos de su trágico futuro. Estas ciudades y aldeas están cercadas desde
2012.
El general Suheil al-Hassan,
apodado “El Tigre” y conocido por sus victorias en Alepo y Palmira, difundió un
mensaje a través de las redes sociales en el que los amenazó como enemigos, con
darle una lección de combate y fuego. No se permite la entrada de camiones humanitarios
con comida y servicios sanitarios para heridos.
“Esperando el turno para morir”.
La frase más espantosa que se ha oído en boca de unos seres que desposeídos de
todo, no tienen más que la palabra como último testimonio de unas vidas que van
arrancando con precisión; como un epitafio adelantado de hombres mujeres y
niños en situaciones límites, cuya única mirada se dirige al cielo para ver de
que lado van a caer los bombardeos intensos.
El resto del mundo contempla las escenas de escombros y vidas sepultadas
mientras continúan con sus avatares cotidianos y después de sentir un
escalofrío de tristeza siguen peleando por dólares, euros, amores o el poder
alcanzado. No se detiene el planeta, la Bolsa sube y baja, los aeropuertos se
llenan de pasajeros, el deportista hace deporte, el magnate cuenta sus
finanzas, el periodista escribe, la
mujer da a luz y el niño sonríe o llora por un juguete perdido.
Exactamente igual que la Europa
de 1914 o la de 1944. Idénticas escenas que las tomadas por reporteros mientras en los hornos se cremaban a judíos y
se los exterminaba en campos de concentración.
La dignidad humana se perdió
entre las filas de desaparecidos y asesinados sin nombre cuyo recuerdo debería
servir para que en la actualidad, desde todos los infinitos medios creados,
asombrosas combinaciones electrónicas , surgiera una voz unánime que gritase y
sobre todo que obligara a quienes están detrás de estas órdenes destructivas a
detener la infame tragedia de Siria.
No hemos avanzado en nada. El
hombre sigue siendo un vampiro para el hombre.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
No hay comentarios:
Publicar un comentario