21 de septiembre de 2019

LA RENTRÉE


Perdónenme la cursilada de esta palabreja que no es otra sino la utilizada por los franceses con gran profusión para nombrar la vuelta de las vacaciones y en especial la de los niños y jóvenes a sus diversos centros escolares. Francia concede mucha importancia a la reintegración de jóvenes a su bachillerato, porque en general se la dan a toda la enseñanza secundaria, base indiscutible, según ellos de quienes serán en un futuro próximo, universitarios en toda regla.
Muy distinta, por lo observado, de la que aquí otorgamos a los nuestros. El lunes pasado comenzó la “rentrée” escolar secundaria en España. Muchos jóvenes de Marbella empezaron una nueva etapa en sus vidas con el inicio de la ESO y el bachillerato. Pero 110 de ellos lo han hecho en aulas prefabricadas instaladas en un terreno donde diez días antes solo había matorrales.
Los alumnos de Xarblanca y Vargas Llosa llevan años pidiendo la construcción del Instituto que les correspondía y que los advenedizos manejos de la era Gil transformaron en gasolinera, ocupando el lugar que el Ayuntamiento debía haber entregado para su construcción a la Junta de Andalucía. De aquellos polvos vinieron estos lodos, y a la hora de acabar la formación primaria los alumnos de los colegios mencionados se encontraron con un vacío como respuesta a su justa necesidad.
En la actualidad hay una promesa de crear un instituto en terrenos colindantes al Hospital Costa del Sol, pero hasta el momento ni una piedra cubre el lugar diseñado.

Las aulas, llamadas ahora “caracolas” por aquello de que el vocablo “prefabricada” posee un elemento fonético desagradable que induce a la culpabilidad, parece que en general cumplen con las más elementales  normas para la función que van a ejercer.
Lo que no es óbice para preguntarse por qué las han empezado a colocar tan solo unos días antes del comienzo de las clases y debido a ello su deficiente acabado.
Como resultado de todo esto no cabe más análisis que la triste y ya antigua, incluso, percepción de que la Educación camina por unos derroteros desastrosos que debía hacernos pensar qué individuos o ciudadanos estamos formando bajo estas condiciones de estructuras de inframundo.
No nos debe extrañar por lo tanto que en los varemos realizados después en Europa entre los distintos países, las calificaciones correspondientes a nuestro país siempre estén por debajo de la media. Un instituto finlandés, noruego o suizo, nada tiene que ver con las instalaciones españolas semejantes. Y no digamos, por descontado, con las actuales caracolas.
Habrá quien diga que lo que importa es la calidad de la enseñanza que se prodiga en el interior de los mismos.    Pero difícilmente se puede impartir una clase como es debido, y mucho menos innovar en contenidos bajo el calor ardiente de un tejado de metal, o sin Internet hoy día. Una cosa lleva irremediablemente a la otra.
La nefasta impresión de que en esta ciudad cualquier cosa es más importante que lo relacionado con la cultura aumente cada vez que una cosa como los barracones salta en los medios. 
Después, con los años echaremos la culpa de ciertos desvaríos humanos a los que ahora son escolares y bachilleres. Y no nos asiste el derecho. Somos los responsables de su futuro mental.
                                                                                      
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)

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