13 de noviembre de 2019

DEGRADACIÓN DE LAS INSTITUCIONES


La Democracia en un país la sustentan unos pilares determinados y básicos a través de los cuales esta mantiene su firmeza y pierde el riesgo de desmoronarse. Entre esos pilares se encuentran las Instituciones, acordadas por la Constitución y mantenedoras del orden necesario.
Si alguna de estas instituciones se resquebraja el edificio entero puede perder el equilibrio esencial y producirse un caos de consecuencias indeterminadas pero normalmente peligrosas.
La Universidad es una institución que los poderes educativos ponen al servicio de los ciudadanos para aportarles los conocimientos necesarios en pro de una formación humana lo más completa posible. Una Universidad posee en esencia todos los saberes que el ser humano necesita conocer para alcanzar su más amplia plenitud. Gracias a ellos, el hombre se desprende de su animalidad, o al menos la minusvalora en aras de conseguir un eslabón superior en la escala de la evolución.
En las últimas semanas se han producido en Barcelona una serie de acontecimientos, en los que, por desgracia, han estado involucrados también los pasillos universitarios. Manifestantes encapuchados impidieron la asistencia a las aulas de aquellos que, al no estar de acuerdo con ellos. querían asistir a clase, como les correspondía por derecho. Los altercados subieron de tono hasta sobrepasar límites de violencia insospechada que acabaron incluso con algún que otro herido.

Lo más  increible de tan lamentables hechos no es, a pesar de todo, la actuación de quienes a favor de la independencia y en contra de la sentencia del Process, arrojaron su agresividad contra compañeros, igualmente catalanes pero constitucionalistas; lo inaceptable resulta el papel desempañado por profesores y rectores, que en lugar de apaciguar la tremenda refriega dieron en aumentarla, aprobando la no asistencia a las clases e incluso incitando al alumnado a sumirse a las violentas manifestaciones. La posición de rectores y académicos en este proceso, triste, de degradación ciudadana constituye una voz de alarma que debiera ser tomada en cuenta por las autoridades de la Generalitat.  
 Profesores y autoridad académica han permitido al alumnado independentista que se sumaran al caos callejero y formasen parte de la violencia estudiantil, eximiéndolos de los exámenes y las pruebas correspondientes a las asignaturas de los respectivos cursos.
En un momento como el actual en el que Barcelona amanece diariamente convulsa por las agrias manifestaciones que la discordancia política posee entre sus habitantes, el hecho de que la Universidad se sume parcialmente a un grupo determinado, mientras otra mitad del alumnado, con idénticos o mayores derechos en su cotidiana jornada estudiantil ve interferido su interés por la asistencia a las clases, dice muy  poco y mal sobre el papel de la Institución que debe estar a favor del conocimiento y la cultura.
Los intereses personales y subjetivos jamás deben ser mezclados en una Universidad  con los políticos y menos aún  menoscabar la calidad de la enseñanza que se imparte. Si la institución pierde su papel de faro racional en conflictos como los actuales, deja de ser el pilar sustentador de la democracia que proclama.
Las imágenes de jóvenes interceptados por encapuchados violentos a su entrada al recinto universitario son una lamentable muestra de cómo el fanatismo puede hacer temblar las bases de algunas instituciones que deberían ser sagradas.
Quede constancia de nuestra repulsa a aquellos que, encargados de su integridad, abandonaron sus funciones a favor de una mayor violencia.                                                                        

Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)                                                                                     

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