1 de febrero de 2013

EL JEQUE GUARDA SILENCIO



(Artículo publicado en el diario SUR del 31 de enero de 2013)
 Desconozco porqué el acaudalado Abdullah Al- Thani, -para nosotros “el jeque-”, decidió un día allá en la tierra que Alá parece bendecir, tomar un avión y aterrizar en Málaga con dos proyectos tan inesperados como en los actuales momentos, jugosos y atractivos: la financiación del Club de fútbol malagueño y la creación junto a las autoridades pertinentes, de un puerto al estilo de las obras edificadas en su tierra de origen últimamente. Hablo de los monumentales hoteles y lugares de ocio o centro comerciales que la televisión y otros medios nos muestran, y que a veces parecen sacados de otro planeta por su diseño y la excesiva grandiosidad que presentan, imagino que bastante dispares de los que la misma Arabia posee en zonas relativamente cercanas.
Como fuere, lo cierto es que el jeque llegó, vio y al parecer, convenció. De pronto la ciudad se conmocionó ante la perspectiva de un hecho semejante. Todos desearíamos en el fondo, hacer realidad el fantástico cuento de “Las Mil y una noches”, y de no llegar a tanta exquisitez, contar con un Aladino particular, quien, con su lámpara consiguiese lo que políticos torpes y defraudadores nunca llevarán a cabo.
Hasta aquí, todo normal, la fantasía en un don que nos separa de otros animales de la misma especie, incapaces, por lo que sabemos de imaginar más allá de un plato de comida o una liebre en el campo. No es demasiado bueno vivir siempre solo a ras de tierra porque nuestro aliento vital se empobrece. La esperanza también es, si no recuerdo mal, una virtud, de la que dicen que suele ser la última en perderse.
Con una mochila metafórica cargada con mucho de lo antes escrito recibió el pueblo donde vivimos las diferentes noticias que sobre el proyecto casi “milagroso” del jeque nos iban llegando. Junto a ella, comentarios, rumores, interpretaciones y deseos iban y siguen yendo de tertulia en tertulia acerca de lo que dicho Puerto majestuoso nos traería. Desde quien opina que sería la solución a los problemas de la crisis, pasando por los que veían ya con letras luminosas los muelles y el nombre de Marbella en oro y plata, hasta los siempre agoreros que creen en  la pérdida que para el casco antiguo y el centro podría significar el desplazamiento del turismo hasta allí. Ni que decir tiene que las autoridades que nos rigen vieron en él el salvavidas que los protegería de críticas y dejaciones en otro ámbitos, deslumbrados como habríamos de quedar por el desparrame de glamour cuya falta lloran algunos con lágrimas de caviar y purpurina.
El Puerto (siempre escrito con mayúsculas) lo arreglaría todo. La falta de escuelas, el tanatorio vetusto y vergonzante, la inexistente residencia de ancianos de El Trapiche, las playas sin arena y con colectores residuales, la prolongación del Hospital Comarcal, la falta de aparcamientos, un centro cultural como Dios manda, las calles no tan limpias…¡todo, absolutamente todo! quedaría en segundo o tercer lugar, olvidado más bien ante la presencia de una obra faraónica cuya envergadura y posterior exhibición volvería a situarnos en primera línea de turismo y fama internacional.
Hasta puede que quien escribe debiera recoger anclas y dedicarse a la admiración sumisa más que a las nimiedades que semanalmente acostumbra a relatar en sus líneas. Acudo al  Evangelio, incluso: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” y con humildad explicaría lo siguiente: porque hasta el día de hoy 27 de enero, el jeque guarda un silencio tan sospechoso y sus deudas son tan elevadas, que más bien parecería que ha dejado de interesarle el asunto del Puerto al menos como negocio productivo, que fue lo que en principio pensó. O que sus caudales han disminuido por causas que no le apetece confesar. O ha encontrado lugar más económico donde sacar más producto a sus petrodólares. Da igual, ya que lo significativo es el silencio, los impagos y el tiempo que no mira hacia atrás.
Cuando era niña creía en las hadas y los príncipes azules. No les pedía nada. A este jeque endiablado le exigiría en nombre de mi ciudad que retome lo prometido o se pierda para siempre en la infinitud de sus arenas desérticas. Así volveríamos a intentar solucionar lo cotidiano.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista

   
    

2 comentarios:

JuanCris Ortiz. dijo...

Excelente y valiente entrada sobre un asunto que lleva mucho tiempo rondando por la cabeza de los marbelleros.

Órfilo M. Aranda dijo...

Yo, que soy bastante desconfiado para estas cosas, dije desde un principio -Bienvenido Mr. Marshall- porque seguimos siendo igual de inocentes para ciertas cosas.

Buena crónica. Un besillo.