(Artículo publicado en el diario SUR del 31 de enero de 2013)
Desconozco porqué el acaudalado Abdullah Al-
Thani, -para nosotros “el jeque-”, decidió un día allá en la tierra que Alá
parece bendecir, tomar un avión y aterrizar en Málaga con dos proyectos tan
inesperados como en los actuales momentos, jugosos y atractivos: la
financiación del Club de fútbol malagueño y la creación junto a las autoridades
pertinentes, de un puerto al estilo de las obras edificadas en su tierra de
origen últimamente. Hablo de los monumentales hoteles y lugares de ocio o
centro comerciales que la televisión y otros medios nos muestran, y que a veces
parecen sacados de otro planeta por su diseño y la excesiva grandiosidad que
presentan, imagino que bastante dispares de los que la misma Arabia posee en
zonas relativamente cercanas.
Como fuere, lo cierto es que el jeque llegó,
vio y al parecer, convenció. De pronto la ciudad se conmocionó ante la perspectiva
de un hecho semejante. Todos desearíamos en el fondo, hacer realidad el
fantástico cuento de “Las Mil y una noches”, y de no llegar a tanta exquisitez,
contar con un Aladino particular, quien, con su lámpara consiguiese lo que
políticos torpes y defraudadores nunca llevarán a cabo.
Hasta aquí, todo normal, la fantasía en un
don que nos separa de otros animales de la misma especie, incapaces, por lo que
sabemos de imaginar más allá de un plato de comida o una liebre en el campo. No
es demasiado bueno vivir siempre solo a ras de tierra porque nuestro aliento
vital se empobrece. La esperanza también es, si no recuerdo mal, una virtud, de
la que dicen que suele ser la última en perderse.
Con una mochila metafórica cargada con mucho
de lo antes escrito recibió el pueblo donde vivimos las diferentes noticias que
sobre el proyecto casi “milagroso” del jeque nos iban llegando. Junto a ella,
comentarios, rumores, interpretaciones y deseos iban y siguen yendo de tertulia
en tertulia acerca de lo que dicho Puerto majestuoso nos traería. Desde quien
opina que sería la solución a los problemas de la crisis, pasando por los que
veían ya con letras luminosas los muelles y el nombre de Marbella en oro y
plata, hasta los siempre agoreros que creen en la pérdida que para el casco antiguo y el
centro podría significar el desplazamiento del turismo hasta allí. Ni que decir
tiene que las autoridades que nos rigen vieron en él el salvavidas que los
protegería de críticas y dejaciones en otro ámbitos, deslumbrados como habríamos
de quedar por el desparrame de glamour cuya falta lloran algunos con lágrimas
de caviar y purpurina.
El Puerto (siempre escrito con mayúsculas) lo
arreglaría todo. La falta de escuelas, el tanatorio vetusto y vergonzante, la inexistente
residencia de ancianos de El Trapiche, las playas sin arena y con colectores
residuales, la prolongación del Hospital Comarcal, la falta de aparcamientos,
un centro cultural como Dios manda, las calles no tan limpias…¡todo,
absolutamente todo! quedaría en segundo o tercer lugar, olvidado más bien ante
la presencia de una obra faraónica cuya envergadura y posterior exhibición
volvería a situarnos en primera línea de turismo y fama internacional.
Hasta puede que quien escribe debiera recoger
anclas y dedicarse a la admiración sumisa más que a las nimiedades que
semanalmente acostumbra a relatar en sus líneas. Acudo al Evangelio, incluso: “Hombre de poca fe, ¿por
qué has dudado?” y con humildad explicaría lo siguiente: porque hasta el día de
hoy 27 de enero, el jeque guarda un silencio tan sospechoso y sus deudas son
tan elevadas, que más bien parecería que ha dejado de interesarle el asunto del
Puerto al menos como negocio productivo, que fue lo que en principio pensó. O
que sus caudales han disminuido por causas que no le apetece confesar. O ha
encontrado lugar más económico donde sacar más producto a sus petrodólares. Da
igual, ya que lo significativo es el silencio, los impagos y el tiempo que no
mira hacia atrás.
Cuando era niña creía en las hadas y los
príncipes azules. No les pedía nada. A este jeque endiablado le exigiría en
nombre de mi ciudad que retome lo prometido o se pierda para siempre en la
infinitud de sus arenas desérticas. Así volveríamos a intentar solucionar lo
cotidiano.
Ana María
Mata
Historiadora
y novelista
2 comentarios:
Excelente y valiente entrada sobre un asunto que lleva mucho tiempo rondando por la cabeza de los marbelleros.
Yo, que soy bastante desconfiado para estas cosas, dije desde un principio -Bienvenido Mr. Marshall- porque seguimos siendo igual de inocentes para ciertas cosas.
Buena crónica. Un besillo.
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