(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 5 de septiembre de 2013)
Dicen que el hombre es el único animal que
tropieza dos veces en la misma piedra. Especialmente –añado por mi cuenta- los
que ostentan algún tipo de poder sobre los demás. Es evidente que ni la memoria
del error, ni la experiencia adquirida trágicamente a través de ellos sirven en
ocasiones para detener la necesidad de demostrar ante el mundo la supuesta superioridad
que suele enmascararse bajo el eufemismo de ayuda a los débiles o de defensa de
determinados valores.
Han pasado diez años desde el día en que los
Estados Unidos de América tomaron la decisión de invadir Irak ( 20 marzo 2003).
La justificación específica del ataque fue la posesión por las fuerzas de Sadam
Hussein de armas nucleares. Tristemente célebre por la difusión que los medios
televisivos hicieron de los feroces combates, la guerra de Irak
se convirtió en un espectáculo macabro en el
que algunos países europeos metieron las narices para salir escaldados y hasta
humillados de una operación que al día de hoy no parece tener fin. La muerte
del tirano Sadam solo obtuvo para su país una división mayor entre la mayoría
chií y los de confesión suní. Los cadáveres se multiplicaron al añadirse los
muchos americanos y europeos que fallecieron en combate.
El
petróleo existente en la zona ayudó a la masacre, pero igualmente las posibles
buenas intenciones se dieron de bruces con el desconocimiento de la realidad
interior y mental de un pueblo tan alejado de Occidente y con conflictos
internos superiores incluso a los que procedían del mandato de Sadam Hussein.
Cuando estas líneas lleguen a los lectores es
muy posible que la historia se esté repitiendo con caracteres distintos pero
con otros bastantes similares. Lo esencial es que hombres como usted o yo,
personas únicas e irrepetibles están perdiendo la vida día tras día bajo la
ilusión -algunas- de que la vida de los
suyos mejore y el poder que los sometía cruelmente desaparezca. Lo malo de las
utopías es que siempre existe alguien que cree poder alcanzarlas. Bashar
Al-Asad es un tirano como lo fue Sadam Hussein que tiene al pueblo dominado
bajo la represión y la pobreza. Pero modestamente voy a tomarme la libertad de reflexionar las consecuencias
que puede traer la intervención de Occidente.
Obama y su gobierno buscan de nuevo armas
nucleares. Puede que sí o puede que no las posea el pueblo sirio en una de las
dos partes combatientes. Pero me interrogo en voz alta ¿ Preguntan los que mueren
antes de fallecer con que preferirían haber sido ejecutados? ¿Es peor morir
gaseado que hacerlo por bala de cañón, metralleta o fusil? ¿Es más digna la
muerte si te atacan con armas de artillería o cuerpo a cuerpo?...
Perdonen mi atrevimiento ante un tema de
tanta envergadura, pero suelo escribir sobre lo que altera mi mente y mis
sentimientos, quizás torpemente desde el punto de vista legal o táctico. Solo
veo personas que tenían familia, hijos, nietos, y deseo de vivir a pesar de sus
calamidades. De contemplar el sol, las estrellas y el paso de estaciones. Seres
que quisieran haber nacido en un lugar tranquilo como otros en el planeta.
Vidas que casi no habían siquiera comenzado a vivir.
Aumentará el conflicto y serán más los
fallecidos si potencias poderosas intervienen, a pesar de su aparente buena
intención. Y la marcha posible de Al-Asad dejará en los bellos lugares de
Damasco, Alepo, Homs y otros muchos la división entre facciones dispares, en
este caso kurdas e islamistas frente a los alawitas a los que pertenece
Al-Asad. Lo que entendemos aquí como democracia no es fácil de instalar en
lugares donde la palabra es oída desde lejos y la vida posee fundamentos
diferentes.
Sería necesario aprender del fracaso iraquí como
también del actual de Afganistán. Aprender que el ser humano es más complejo de
lo que las fuerzas estadounidenses y sus aliados europeos pretenden imponer como modelo general.
Ya ven que no hablo de intereses espurios o
económicos que sin duda están en el fondo y por debajo de la tragedia y de la
posible invasión. Sean los oleoductos para el gas o el petróleo de las tierras.
Ninguno de ellos justifica ni concede licencia (ética, al menos) para
intervenir y aumentar la pérdida de vidas humanas.
Permítanme contarles lo que me parece en sí
mismo una contradicción sarcástica :
En el año 1913 se inauguró el Palacio de la Paz en La Haya para albergar un
tribunal de arbitraje que intentara prevenir las guerras (¿?) y que hoy es la
sede del tribunal internacional de Naciones Unidas. Todo un modelo de
hipocresía o de ineficacia. Desde entonces sigue en pie, tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial, además
de las muchas que han estado y están a punto de convertirse en la tercera.
Inspectores, Asambleas, Cámaras, Parlamentos,
Congreso…todos juntos solo confirman la célebre frase de Hobbes: “El hombre es
un lobo para el hombre”.
Después de las armas químicas inventarán algo
que las supere. Al fin y al cabo los muertos no suelen ser preguntados.
Desolador.
Historiadora y novelista
4 comentarios:
Inteligente y profunda reflexión sobre el conflicto sirio. Me adhiero a esos argumentos. Coincido con el final: desolador.
Como decía Isaac Asimov: "Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción,"
Totalmente de acuerdo Ana.Por que será que solo los que no mandan se dan cuenta de la realidad?
Garbiñe
Enhorabuena por el artículo Ana María. Totalmente de acuerdo con tu reflexión. No hay bombas buenas, ni si quiera las de EEUU.
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