Había una estrofa en una canción de Serrat
que venía a decir algo así como “la lluvia solo es lluvia si te moja al caer”,
dentro de esa cadencia tan suya de hacer filosofía de las cosas cotidianas.
También los viejos del lugar vienen diciendo desde siempre que los toros se ven
muy fáciles desde la barrera. Valgan uno y otro como introito a mi comentario
de hoy relacionado con las últimas actuaciones del Gobierno Municipal.
Mientras el Partido Socialista y sus compañeros
actuales de fila estuvieron en la oposición reclamaban una y otra vez una serie
de cosas que, según decían, consideraban prioritarias e imprescindibles para el
funcionamiento del municipio. Me acuerdo del interés que tomaron en su momento
con el Trapiche del Prado y su abandono. Insistían en que había que darle una
solución a la antigua fábrica de azúcar y convertirla en museo o algún otro
destino cultural. Sería uno de sus primeros proyectos si llegaban al
Ayuntamiento. Pero el Trapiche continua en similar estado en el que estaba
antes, y si mis fuentes no son erróneas, ante la imposibilidad de cumplir el
testamento del donante, Mateo Álvarez, que quería que fuese residencia de
ancianos, conversan con los herederos con el objeto de que ellos se hagan cargo
de él.
Con el transporte público y su ineficacia
actual, defendían su municipalización. Todo se arreglaría con ella y el
ciudadano contaría con un medio útil que ayudaría a descongestionar el tráfico
transformando la ciudad en una más sostenible. Tanto lo dijeron que algunos
casi llegamos a creérnoslo, y tras el resultado de las elecciones, esperábamos
con ansiedad el momento en que, ya en el poder, se haría realidad de inmediato
que el Ayuntamiento se hiciera cargo de los citados transportes.
Cuan
cierto es que a veces, antes de defender a bombo y platillo una causa, conviene
conocer a fondo la causa en sí y lo que conlleva su realización. Aunque solo
sea por la retranca del refrán de arriba que advierte la diferencia de calibrar
toros en barrera o en el mismo ruedo.
Predicar no está mal, y a veces hay que
hacerlo, pero prometer trigo sin saber el precio de dicho cereal, lleva incluido
el peligro de ser una prédica inútil, que a la larga recae negativamente sobre
quienes se dedican a dicho menester.
Tampoco las bibliotecas que en los plenos
eran “totalmente necesarias” para la ciudad, cuya carencia es un bochorno que
debería avergonzarnos, aparecen como una realidad y va pasando el tiempo de
gobierno. Cualquier pueblo tan pequeño que cabría en una urbanización marbellí posee
una o dos buenas bibliotecas, mientras la ciudad de la milla de oro, parece no
tener presupuesto ni siquiera para una en buenas condiciones. ¿Dónde están las
prometidas? ¿No eran absolutamente necesarias?
A vueltas con los colegios que la Junta aplaza un año y otro,
y que algunos pensaban llegarían con las siglas de este gobierno. Sin cambios
en el horizonte, ni nuevos ni arreglos de los ya viejos. Inacción total, pues
la señora Susana no se acuerda ni de La Cónsula, preocupada como está en encontrar su
lugar primordial en el batiburrillo esperpéntico nacional.
Y para qué hablar de la ampliación del
Hospital Comarcal Costa del Sol. Soy tan pesimista con ese tema que con la
retirada de la última grúa sentí como desaparecían nuestras esperanzas de
resolver ese embarrado asunto. No soy la única que se pregunta en qué gasta la Junta de Andalucía el dinero
presupuestario, y en qué lugares, si es que lo hace en algunos. Pensábamos que
tal vez con sus afiliados y dirigentes sentados en los sillones municipales
como gobernantes, mirarían con otros ojos a Marbella, ciudad a la que parecían
tener ojeriza con anterioridad. Al parecer nos equivocamos.
Que triste resulta comprobar como los
proyectos de los políticos cuando son opositores son pura soflama
propagandística. No cuesta esfuerzo hilvanar discursos más o menos bien
construidos si el hacerlo no implica llevarlos a cabo, solo exigencia y
reprobación al dirigente. Lo malo es encontrarse, no sé si de golpe, con el
bastón de mando y no saber que hacer con él puesto que ello significa el
momento de la verdad. Dar trigo. Hacer cosas. Resolver asuntos.
La política de un país o de un pueblo está
cargada de demagogia porque en el fondo todos los que aspiran al poder
creen que los ciudadanos tienen un
cierto grado de imbecilidad, el suficiente para engañarle con frases hechas y
promesas incumplibles.
Ese es
igualmente el motivo de pedir exhaustivamente transparencia en la gestión
cuando se es opositor y olvidarse de ella en el mando. Cuando los asuntos sean
difíciles de realizar, lo menos que se pide es una explicación de esa
dificultad. El silencio merma la credibilidad.
Y si quieren colofón, este se escribe con dos
palabras : Tripartito o Cuatripartito, no lo sé muy bien. Hemos tenido la
oportunidad, vaya por Dios, de probar in situ, la forma política más actual y
casi “de moda” en el país.
Todos quieren mandar. Para ello se alían
incluso con el diablo. Se hace para evitar la corrupción a dos mano, dicen. No
quiero pensar en cuantas meterán ahora las suyas en la bolsa común.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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