(Anécdotas sobre Carlos Rey Emperador)
Se cuentan muchas cosas sobre nuestro monarca Carlos I que fue a la
vez V de Alemania. Sobre alguien que almacenó tanto poder y lo que es peor,
tuvo que luchar denodadamente por conservarlo, es lógico que la rumorología
adyacente a la Historia
sea muy extensa y quien sabe si más cierta que la oficialidad misma.
Se dice, por ejemplo, que el 24 de febrero era su fecha clave, su día fetiche.
Para empezar, fue el día de su nacimiento, y por entonces, en el ideario
personal de los monarcas absolutos estaba la convicción de ser elegidos por
Dios para tal dignidad. De ahí que Carlos considerase el día en que nació como
señal divina. Lo cierto es que en ese mismo día ganó la más famosa de sus batallas,
la de Pavía, nació su hijo extramatrimonial, don Juan de Austria, y fue
igualmente la fecha en la que inició su retiro en Yuste.
Pero quizás su 24 de febrero favorito pudo ser el de 1530, el día en
que el papa Clemente VII le coronó emperador. Por segunda vez y en Bolonia. Diez años antes había sido coronado en Aquisgrán,
el 25 de octubre de 1520, pero Carlos necesitaba la coronación papal para
sentirse satisfecho, y obtenerla precisamente del hombre al que había humillado
por su alianza con Francisco I, y sobre quien ordenó el saqueo de Roma con
treinta y cinco mil soldados que arrasaron la ciudad y arramblaron con el botín
pontificio. Fue el mismo Clemente VII
quien tuvo que ceñir en la cabeza del rey la llamada Corona de Hierro de los
Lombardos, una joya de la que decía que estaba forjada en su interior con uno
de los clavos de la crucifixión de Cristo.
Sobre su retiro en Yuste, se ha aceptado la austeridad en la que
Carlos I vivió sus dos últimos años, en un retiro sombrío y con la religión
como único refugio. Cuestión muy discutible. En primer lugar el emperador no se
instaló en el convento de los frailes Jerónimos. Lo que hizo fue ordenar
construir un palacete anexo de dos plantas, una cálida para el invierno y otra
fresca para verano. Desde su cama podía seguir la Misa. Mantuvo un servicio
mínimo de veintidós personas y seleccionó entre monjes de toda España los que
cantaran mejor y diariamente le diesen un recital.
Montó en Yuste destilería propia y tanto las comidas como las cenas
eran pantagruélicas. Se sabe que montaba en cólera cuando las viandas no
llegaban en perfecto estado.
El Imperio, por otra parte tenía sus servidumbres. Del emperador se
esperaba que defendiese a la cristiandad, pero Alemania era un mosaico de
principados sobre los cuales Carlos ejercía una especie de tutela, y al
extenderse por esas tierras el luteranismo, tomó sobre sus hombros la tarea de
combatir a los príncipes protestantes, a la vez que, como paladín de la cristiandad,
asumir la lucha contra los turcos en el mediterráneo. Todo con dinero español,
especialmente dinero de Castilla.
Todos los recursos españoles los implicó en unas guerras largas y
costosísimas, que al final no dio resultado con los príncipes alemanes a quien
tuvo que otorgar la libertad religiosa.
Los turcos, por otra parte se apoderaron de Argel, tomado por el
caudillo Barbarroja. Carlos en el contraataque conquistó Túnez pero no pudo
tomar Argel y los piratas continuaron amenazando los intereses españoles.
Relacionado con su familia paterna, de todos es conocido el acusado
prognatismo de su mandíbula, herencia de los Habsburgo, quienes son
inconfundibles entre ellos por ese defecto unido al labio inferior grueso y
caedizo y el superior retraído. Algunos también presentan la frente demasiado
alta y los ojos espantados. La barba les ayudaba a disimularlo, pero así y todo
Tiziano hubo de hacer virguerías para pintar el que es el retrato oficial y más
conocido del emperador.
Siguiendo con la familia paterna, la locura de su madre, Juana, ha
llenado libros de comentarios sobre la pobre hija de los Reyes Católicos,
fanatizada por su amor al guapo o hermoso Felipe, el cual, además de
maltratarla, no hizo otra cosa relevante más que la cópula que daría lugar al
nacimiento de Carlos I. Pero aunque no
fuese consanguinidad directa, si es sabido que Maximiliano, el suegro de Juana
era un enfermo patológico que tenía en su dormitorio un ataúd con el que
conversaba y llevaba siempre consigo al viajar.
No es de extrañar que los sucesivos matrimonios de los monarcas de la
época, tíos con sobrinas, primos hermanos dobles, entre ellos…etc diese lugar a
verdadera taras físicas que no siempre salían a la luz.
A la muerte de Carlos I las tierras alemanas no pasaron a su heredero
Felipe, sino que las dejó a su hermano Fernando. Esa herencia dividió a los
Austrias en dos ramas, la española duró hasta 1700 con la muerte de Carlos II
sin sucesor, y la austriaca perduró como Imperio Austro-húngaro hasta 1918.
El análisis de la política real que de la época de Carlos hacen los
historiadores de nuestro tiempo coincide en que la ambición de poder (cosa lógica
en aquella época medieval) llevó a nuestro rey a esquilmar las arcas de la
incipiente nación en pro del mantenimiento de sus posesiones imperiales. Ni
siquiera la plata y el oro de América eran suficientes para sufragar tanto
gasto.
Y no hablemos de las vidas perdidas en el intento. Simplemente hay que
recordar que la guerra era el elemento natural de cualquier soberano de
entonces.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Muy interesante pues ayuda a conocer mejor la historia de Carlos I. Gracias.
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